Miradas
* 5
Comencé a usarlos hace unos años, cuando noté que debía alejar la hoja cada vez más para ver las letras. Contenta, fui a una óptica, me probaron unos y otros y encontraron el aumento necesario. Elegí un marco lleno de colores hermosos y me gusté frente al espejo, ya que desde muy chica había querido usar anteojos.
Ahora, desde que uso lentes, puedo leer en el colectivo y en el tren. Antes, sin ellos, leer me daba dolor de cabeza. Cuando en algún medio de transporte consigo un asiento, me pongo los lentes y comienzo el verdadero viaje: el de la lectura.
Hace unos días terminé el libro “El vagón de las mujeres”, una novela hindú que me llevó por geografías y culturas extravagantes a mis “sentires”. Y en estos días estoy disfrutando de una maravilla de Cecilia Pisos: “Como si no hubiera que cruzar el mar”. Allí estaba, amarrada a la página 21 de esta novela juvenil, cuando comencé a llorar. “¡Mi Dios!”, pensé, “¿cómo se puede escribir tan bellamente y llegar tan hondo a almas de lágrimas fáciles como la mía?”
Yo los invito a ustedes, lectores de esta breve columna, a subirse al tren de los que eligen viajar con sólo acariciar con la mirada las páginas de cualquier libro, y también a aquellos que leen con las manos, o a los que les leen al oído y les entregan, de a poquito, palabras-susurros, para que juntos, lector y "escuchador", disfruten de la misma travesía.
Yo los invito a ustedes, lectores de esta breve columna, a subirse al tren de los que eligen viajar con sólo acariciar con la mirada las páginas de cualquier libro, y también a aquellos que leen con las manos, o a los que les leen al oído y les entregan, de a poquito, palabras-susurros, para que juntos, lector y "escuchador", disfruten de la misma travesía.
EL
V
E
R
D
A
D
E
R
O
VIAJE
por Vivi García
Suelo pensar en la importancia que tienen en la vida cotidiana algunos objetos, y esta vez puse la mirada en mis anteojos de lectura..
Foto: Pablo Pazos