Blablerías N°16 - Noviembre 2015 | Page 17

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Reflexión

para leer

por Graciela Perriconi

El desarrollo del tema no es simple ni sencillo puesto que no puedo asegurar, en líneas generales, cambios significativos en la literatura. Sí en lo que se refiere a determinados autores, a modos de pensar la conformación de los roles y de las funciones dentro del imaginario ficcional, y además a una mirada más amplia en la conformación de la subjetividad de la que hablamos y hablaremos, ya que es un proceso interactivo con el medio y, como tal, se desarrolla en espacio y tiempo.

Una estudiosa y autora española que ha iluminado el tema de la LIJ y los géneros es Teresa Colomer, quien en su artículo “A favor de las niñas, el sexismo en la literatura infantil”, basado en una investigación sobre ciento cincuenta publicaciones, reconoce que no se han producido cambios importantes en lo que respecta a géneros en los últimos treinta años, que están reflejados en las publicaciones.

A su vez, estas muestran transgresiones de lo aceptado por el imaginario social, pero esto no ha marcado un antes y un después, ya que todo sexismo es visto por los lectores como algo extraño, anormal o raro. Colomer enumera tres dificultades y yo deseo recrearlas por considerarlas razones valiosas, muy convenientes para este trabajo.

La primera tiene que ver con no desnaturalizar la realidad, es decir que la LIJ tiene que fundarse en ella: sacarla de contexto la enrarece e incentivar la escritura de textos no sexistas de manera expresa la hace ver como panfletaria de una postura ideológica. Si la literatura ficcionaliza la vida, debe hacerla con verosimilitud; cualquier intento de provocar un cambio de manera voluntaria puede tornarse paradójico.

La segunda razón se apoya en que la tradición configuradora de cada género no es imparcial, y el lector asocia temas y géneros literarios con lo femenino o lo masculino. Cuesta imaginar una saga de ciencia ficción con protagonistas mujeres o bien libros de aventuras con personajes centrales femeninos, así como lo romántico o familiar asociado a lo femenino (tías, abuelas cuidadoras, madres que trabajan afuera de sus casas aunque requeridas siempre) invertido de manera radical, levantaría sospechas sobre su legitimidad. No es lo habitual.

Y la tercera dificultad está vinculada con el consumo de la LIJ, vivida por los varones como cosa más de niñas. Pocos varones leen libros si el protagonismo es femenino y no se funda en la acción, que es lo que ellos demandan. Libros con poesías, con amores que despiertan emociones y lágrimas se toman como lectura “para las chicas”.

Colomer resalta que si bien dentro de los libros revisados, de autores españoles y de otros países de Europa, la educación femenina ha abandonado sus objetivos tradicionales, las niñas, en los libros, “parecen abocadas a una asunción limitada del estereotipo masculino” sin aportar nuevos modelos positivos de mujer. Yo creo que no es así, que sí se han dado desplazamientos en la LIJ de los últimos cuarenta años, que han marcado etapas de cambio y que, de manera sesgada pero frecuente, estos modelos fueron surgiendo en Latinoamérica con fuerza.(*)

(del libro La construcción del género en la Literatura Infantil Juvenil, 2015, Buenos Aires, Lugar editorial.)

(*) Podemos hallar ejemplos de estos modelos en las poéticas de las cuatro precursoras de un nuevo paradigma de género. Ellas son las autoras argentinas Graciela Cabal y sus Mujercitas ¿eran las de antes?; María Elena Walsh y su tortuga Manuelita, que se va de Pehuajó a París a embellecerse; Laura Devetach y su Historia de Ratita, que quiere ser feliz pero libre y, finalmente, Elsa Bornemann y sus Poemas para chicos enamorados. Todas estas obras fueron escritas entre los años 60 y 80, una gestación lenta y progresiva en cada una de sus autoras.

Aspectos generales en relación con el género en la Literatura Infantil y Juvenil

LITERATURA Y GÉNERO