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LA CASA
de Marta Elena Guzmán
Tuve que entrar quitándole los ayes
haciendo oído sordo a los adioses
como si no fueran suficientes
mis impávidos fantasmas.
Reconocernos
en el territorio primerizo
de la lágrima
desde la ribera maternal
de los almuerzos.
En las manos con humo
de la tarde
sus pájaros se buscan con los míos.
Y cuando el frío se amontona
bajo la trémula ceguera
de la noche
hallo refugio en sus blancas
paredes de harina.
Sé entonces que el rosal
es un cumplido
un exorcismo
que desclava los hechizos.
Poesía
Volviendo a casa por Raúl Di Blasio