Blablerías N°15 - Julio 2015 | Page 18

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Narraciónón

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LA PALABRA CUENTO

timológicamente, la palabra cuento deriva del latín computum (cálculo

, cómputo). De la acepción de narrar o relatar aplicada a enumerar objetos se

pasó a enumerar hechos, a hacer un recuento de los mismos. Se puede fijar su presencia en la lengua hacia 1140 (fecha probable, según Menéndez Pidal, de la composición del Cantar del Mío Cid) donde prevalece la acepción originaria, es decir la de cálculo o cuento numérico. Pero también aparece, alguna vez, el verbo contar con el sentido de referir, narrar, aunque la palabra cuento no aparece en ningún verso.

Dice Mariano Baquero Goyanes que "la relación existente entre las dos operaciones (el cálcular numérico y el relatar historias) puede ejemplificarse con una narración incluida en la Disciplina Clericalis" (1) obra del judío español Mosé Sefardí (nacido hacia 1062) quien se convirtió al cristianismo y adoptó el nombre de Pedro Alfonso. Escrita en latín, la Disciplina Clericalis reúne un conjunto de relatos, que proceden de los proverbios y castigos árabes, fábulas y apólogos. "Uno de los relatos es el de un rey que tiene a su servicio a un narrador, encargado de contarle cinco fabulillas todas las noches. En una ocasión en que el rey no podía dormirse y pidió al fabulista que le contara más historias; éste relató la del aldeano que tuvo que pasar dos mil ovejas por un río, utilizando para ello una barca en la que sólo cabían dos ovejas en cada viaje. En el momento en que el narrador, vencido de sueño, comienza a dormirse y el rey le pide que prosiga el relato, aquél contesta que sería bueno esperar a que concluyan de pasar todas las ovejas, tiempo durante el cual bien podrá él descabezar un sueño". (2)

Es el mismo motivo tradicional que Cervantes utilizó en El Quijote, en el episodio de los batanes (capítulo XX de la primera parte) cuando Sancho Panza, para distraer a su amo durante la espera, narra el cuento de Lope Ruiz y la pastora Torralba.

Es un típico cuento para dormir asociado al tópico de la enumeración (cuento, cómputo) de ovejas que saltan o pasan para así provocar o llamar al sueño.

Baquero Goyanes (3) señala que el ejemplo de

Pedro Alfonso revela cómo un étimo latino se bifurcó en un doblete romance (cómputo-cuento, un cultismo y una voz popular, la primera de las cuales

quedó estrictamente reservada a lo numérico, la segunda se vinculó al quehacer de narrar hechos o historias).

En ninguno de los más antiguos libros castellanos que recopilan narraciones breves se emplea la palabra cuentos para designarlas.

Se denominan fábulas, fabliellas, enxiemplos, apólogos, proverbios, castigos.

Veamos algunos de ellos:

En Calila y Dimna, colección de cuentos procedentes del Panchatantra hindú, se habla de ejemplos o semejanzas.

Don Juan Manuel utiliza la palabra fabliella para el Libro del caballero y del Escudero, pero emplea el término ejemplo en su obra más famosa, El conde Lucanor.

El Arcipreste de Hita, en el siglo XIV, en su Libro de Buen Amor utiliza las palabras proverbio, fabla o estoria.

En el Libro de los gatos y en el Libro de los exemplos o Suma de exemplos por A B C, Clemente Sánchez de Vercial recopila historias cortas de la tradición oral a las que llama ejemplos.

En la época de los reyes Católicos y en la de Carlos V (primera mitad del siglo XVI) penetra en España la palabra novela para designar a los textos de este tipo. Hay ediciones del Decamerón de Boccaccio que traducen cien novelas.

Palabras

por Amaia Montero