Blablerías N°13 - Enero 2015 | Page 14

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Peques

EL LINO

de Hans Christian Andersen

E

UN CUENTO ECOLÓGICO DEL SIGLO XIX

Cuando todavía no existía la palabra "Ecología"

Flor de lino

por Horacio Molina

su

Ronca que ronca, carraca,

ronca con tesón.

La canción no ha terminado aún, ni mucho menos. No ha hecho más que empezar. ¡Es magnífico! Sí, he sufrido, pero en cambio de mí ha salido algo; soy el más feliz del mundo. Soy fuerte y suave, blanco y largo. ¡Qué distinto a ser sólo una planta, incluso

dando flores! Nadie te

l lino estaba florido. Tenía hermosas flores azules, delicadas como las alas de una polilla, y aún mucho más finas. El sol acariciaba las plantas con sus rayos, y las nubes las regaban con su lluvia, y todo ello le gustaba al lino como a los niños pequeños cuando su madre los lava y les da un beso por añadidura. Son entonces mucho más hermosos, y lo mismo sucedía con el lino

—Dice la gente que me sostengo admirablemente —dijo el lino— y que me alargo muchísimo; tanto, que hacen conmigo una magnífica pieza de tela. ¡Qué feliz soy! Sin duda soy el más feliz del mundo. Vivo con desahogo y tengo porvenir. ¡Cómo vivifica el sol, y cómo gusta y refresca la lluvia! Mi dicha es completa. Soy el ser más feliz del mundo entero.

—¡Sí, sí, sí! —dijeron las estacas de la valla—, tú no conoces el mundo, pero lo que es nosotras, nosotras tenemos nudos —y crujían lamentablemente:

Ronca que ronca carraca,

ronca con tesón.

Se terminó la canción.

—No, no se terminó—dijo el

lino—. El sol luce por la

mañana, la lluvia reanima.

Oigo cómo crezco y siento

cómo florezco. ¡Soy dichoso,

dichoso, más que ningún otro!

Pero un día vinieron gentes

que, agarrando al lino por el

copete, lo arrancaron de raíz, operación que le dolió. Lo pusieron luego al agua como para ahogarlo, y a continuación sobre el fuego, como para asarlo. ¡Horrible!

“No siempre pueden marchar bien las cosas —suspiró el lino—. Hay que sufrir un poco, así se aprende”.

Pero las cosas se pusieron cada vez peor. El lino fue partido y roto, secado y peinado. Él ya no sabía qué pensar de todo aquello. Luego fue a parar a la rueca, ¡y ronca que ronca! No había manera de concentrar las ideas.

“¡He sido enormemente feliz! —pensaba en medio de sus fatigas—. Hay que alegrarse de las cosas buenas de que se ha gozado. ¡Alegría, alegría, vamos!” Así gritaba aún, cuando llegó al telar, donde se transformó en una magnífica pieza de tela. Todas las plantas de lino entraron en una pieza.

—¡Pero esto es extraordinario! Jamás lo hubiera creído. Sí, la fortuna me sigue sonriendo, a pesar de

todo. Las estacas sabían bien lo que se decían con

cuida, y sólo recibes agua cuando llueve. Ahora hay quien me atiende: la muchacha me da la vuelta cada mañana, y al anochecer me riega con la regadera. La propia señora del Pastor ha pronunciado un discurso sobre mí, diciendo que soy el lino mejor de la parroquia. No puede haber una dicha más completa.

Llegó la tela a casa y cayó en manos de las tijeras. ¡Cómo la cortaban, y qué manera de punzarla con la aguja! ¡Verdaderamente no daba ningún gusto! Pero de la tela salieron doce prendas de ropa blanca, de aquellas que es incorrecto nombrar, pero que necesitan todas las personas. ¡Nada menos que doce prendas!

—¡Miren! ¡Ahora sí que de mí ha salido algo! Este era, pues, mi destino. Es espléndido; ahora presto un servicio al mundo, y así es como debe ser; esto da gusto de verdad. Nos hemos convertido en doce, y, sin embargo, seguimos siendo uno y el mismo, somos una docena. ¡Qué sorpresas tiene la suerte!Pasaron años, ya no podían seguir sirviendo.

—Algún día tendrá que venir el final —decía cada