Laura no se sentía muy bien y no era precisamente por los
dulces que se había comido ese día, sino que algo en su salud
estaba fallando y ellos en medio de su ingenuidad nunca
pensaron que pronto una noticia cambiaría el rumbo de sus
vidas. Por ello Laura le pidió a Yohan que compraran una
prueba de embarazo, solo por descarte, por sentirse un poco
mejor y de pronto por su preocupación no alterar su ciclo
menstrual, al realizar esta la prueba dio positinegati, es decir
no se marcaron las dos rayitas, sino una y media, por un lado
sentían tranquilidad, pero algo del más allá decía que era mejor
estar 100% seguros.
Laura siguió experimento un cuadro de síntomas que
afectaban su adecuado desarrollo, mareos y vómitos constates,
hasta que decidieron asistir donde un médico quien por
protocolo después de narrar los sucedido envió unos exámenes
además de una prueba de embarazo, para de esta forma
determinar y diagnosticar su enfermedad. Cuando pasaron al
laboratorio el bacteriólogo dio la orden de recoger los
exámenes al día siguiente, las horas fueron eternas, el día se
convirtió para ellos en una interminable conversación de culpas
y responsabilidades, aun eran muy jóvenes para ser padres,
¿Cómo se lo diré a mi mamá? era la mayor preocupación de la
joven, pues su mamá siempre se ideo una vida en la ciudad al
lado de sus hijos, donde la palabra nieto no cabía en su
vocabulario y donde era muy prematuro pensar en esos temas.
Al siguiente día, al salir de estudiar, ambos se dirigieron al
laboratorio clínico, antes de ello el joven le prometió a la joven
que frente a cualquier resultado ella siempre iba a contar con
su apoyo, al ingresar y preguntar por los exámenes literalmente
estas fueron las palabras del profesional: “niña los exámenes
aún no están listos, pero hay una pruebita de embarazo y es
positiva”, su mundo se desplomo en pedacitos, Laura quería
despertar de ese sueño, pero era su realidad, la que ella había