De mi ombligo pende un árbol umbilical.
Veo un desfile de viudas con las uñas rojo sangre
que se derriten en forma de claveles.
Veo una fila de vestales ofreciendo sus gargantas a la diosa
para que plante orquídeas
y otra de orugas azules fumando crack.
Pienso en Alicia cayendo por el agujero,
en Vincent cortándose la oreja.
No me reconozco en este cuerpo:
encuentro algodón donde antes había carne.
Mientras del árbol brotan petirrojos maduros,
el tuétano se me deshace en un enjambre de hormigas blancas
y un nido de esfinges me crece en el pulmón.
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