En el espejo que me miro,
La ciudad se yergue
Sobre el fantasma expedito del miedo
Y la ignominia traspasa los huesos
De los transeúntes que la habitan.
Cada uno quiere olvidar,
el aroma del dolor que la embarga.
Caminan con el alma desvencijada
Esperando la fecha de partir.
Quieren el aroma del invierno
Donde la libertad penetre
El profundo vacio de los pulmones.
Se cansaron de oler la muerte,
en cada paso que dan
Y el miedo es el perfume que cada día se colocan.
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