Sibarita
Por César Lozano Díaz
l sol brilla en el Valle de Guadalupe al llegar el mes de agosto y revela diferentes
matices de verde y púrpura que provienen de los viñedos albergados en estas
tierras. Es un momento de celebración para los vitivinicultores de la región que
esperan ansiosamente recoger el fruto de su esfuerzo.
No se puede precisar cuándo ni dónde se inició el cultivo de la vid y el
producto de su fermentación: el vino. Los griegos consideraron concederle
un valor divino a este elixir, tomando a Dionisio como el dios del vino.
Curiosamente, la mitología romana retomó esta creencia en Baco, a
quien reconocía como divinidad del vino y guardián de la
agricultura, ofreciendo grandes festines en su honor.
Esta relación entre vino y celebración
se ha mantenido presente a través de los
siglos, siendo en la España del siglo XVII, que
el agradecimiento del pueblo de Mendoza, cuya
economía dependía de una recolección vinícola
provechosa, se desborda en cantos y verbenas populares,
como una expresión de respeto a este acontecimiento.
Dicha tradición se conoce en la actualidad como "Fiestas de la
Vendimia" y se ha propagado a las zonas productoras de vino, cuyas
situaciones geológicas y climatológicas favorecen la industria vinícola.
En México, es en Ensenada, en el Valle de Guadalupe, donde en los años
1830, los frailes dominicos plantaron la especie de vitis vinífera proveniente de
España por la necesidad de producir vino y consagrarlo para oficiar sus misas.
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