Porque lo de jugar “una buena pachanga”
de verano se ha quedado en el olvido (no
hace mucho en la Cancha Anchieta, que
ahora se vende para un futuro proyecto
inmobiliario), ir a entrenar sin poder
mover las pestañas, saltarte las clases
de idiomas-música-pintura-etc y llegar
una hora antes para hacer algo de tiro.
La sobreprotección de los padres ha
dejado que las nuevas generaciones
vayan camino de jugar su partido
semanal desde el sillón de casa vía sky o
web cam. O que los que ocupamos el
banquillo de turno creamos que desde el
otro lado del charco se hacen mejor las
cosas, que “el espectáculo” sea ganar y
no enseñar.
“el
espectáculo
sea
ganar y no enseñar”
Los
políticos,
clubs,
colegios,
entrenadores, jugadores y familiares,
deberían en algún momento saber
porque realmente hacen este deporte
sea tan digno. Que recuperen porque lo
que es formar y educar valores no tiene
una caducidad de 6 meses.
Ya metidos en la propia idiosincrasia de
nuestro noble deporte, hay que empezar
a filar los “cuchillos” porque viene la parte
de pesca y submarinismo. Con muchas
por terminar pero no todas ya podemos
hacer nuestra liga “fantástica” para
reforzar, mejorar y acabar con la
competencia "De qué sirve confesarme,
si no me arrepiento?" (El padrino III).
Ya se sabe la frase célebre de “no, él/ella
apareció solo/a por aquí o vinieron los
padres porque quería cambiar de
ambiente. Lo más cómico es que acabo
de cambiar mi tarifa de móvil con nombre
de animal, tengo minutos ilimitados,
internet de 1G y hasta SMS gratis.
No todo lo que se mueven son los críos
“con proyección”, evidentemente están
los cambios de banquillo, la vieja
costumbre de ofrecerse (muy respetable)
o la suerte de que te