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El Canarias de la verdad
-Hace tanto que no siento una victoria, hijo… hace tanto que casi lo he olvidado
Por Fran Rodríguez
Escribe
la
literatura
periodística y gritan los
ecos desde Badalona que
allí el Canarias fue un
mentiroso. Sin tapujos: un
equipo con doble cara, un
yin-yang
canario,
una
noche oscura y un día
claro de cualquier verano.
Una escuadra que hacía
una cosa y luego otra, un
quinteto que a veces
luchaba por ganar y otras
tantas por evitar el ridículo.
Un héroe con villano
incorporado, un Doctor
Jekyll a su Míster Hyde
siempre pegado. Esos
hombres de la mentira y la
verdad cayeron ante el
Joventut por 92-81.
Cuentan que mintieron en
20 minutos. En ese tiempo,
el Canarias fue una
defensa nula, un ataque
maltrecho y una excusa
para que Corey Fisher
recordara sus días de
baloncesto callejero, sus
105 puntos en el Harlem.
El americano era una
pesadilla para el cuadro de
Alejandro Martínez, que
convulsionaba herido de
muerte antes casi de
empezar a vivir.
El 7-6 inicial fue un oasis
que
los
verdinegros
quemaron
con
una
defensa a pista completa,
una facilidad en el rebote
pasmosa y un ataque de
vértigo. El parcial iba
directo a la yugular: 18-2
(25-8). Así, con sangre y
con saña, se esfumó el
primer cuarto (33-13).
El Joventut de esos dos
cuartos
parecía
aquel
equipo que con Ricky y
Rudy iba sin pausas y con
prisas.
Sin embargo, cualquier
semejanza
es
pura
casualidad.
A
este
Joventut
lo
comandaban
dos
jugadores
lejos
de
aquellos: un americano del
Bronx y un base sin pelo
que tiene los mismos años
que la Constitución. Fisher
y
Oliver
eran
los
referentes, si bien el
primero era el depredador
insaciable, con 20 puntos
al descanso.
Ni los periódicos daban
noticias de ese Canarias
empequeñecido. Nadie, ni
la Wikipedia. Tan sólo la
estadística se dignaba a
balbucear que los canarios
llegaban a las 10 pérdidas
y que habían anotado un
solitario triple. El marcador
al descanso era más
descriptivo: 61-36.