¡Sevilla tuvo un color especial!
Por Fran Rodríguez
“Sevilla, tan sonriente, yo me lleno de alegría cuando hablo
con su gente. Sevilla enamora al cielo, para vestirlo de azul,
capazo duerme en Triana, y la luna en Santa Cruz…”.
La Sevilla de Giralda, de los jardines de Alcázar. La Sevilla de
tapas y flamenco, de un Betis que te odio, de un Louis Bullock
sin gloria. La Sevilla de Aíto, de los jóvenes, del proyecto de
una permanencia con una victoria y cinco derrotas. Por allí
pasaba el Canarias. Mitad equipo anotador, mitad peor
defensa de la liga. Seis derrotas y ningún triunfo para la
escuadra que una vez casi le gana al Real Madrid y tuvo
durante dos cuartos en jaque al Barcelona. El triunfo era
urgente. Lo era por su valor, lo era porque el cuadro tinerfeño
era el pronóstico siempre cumplido: el colista.
“Sevilla tiene un color especial, Sevilla sigue teniendo su
duende. Me sigue oliendo a azahar, me gusta estar con su
gente…”.
Allí resurgió el Canarias. Un conjunto aurinegro que empezaba
a ver cómo las derrotas desahuciaban las victorias. El rival era
idóneo por su condición y su estado. Un quinteto sevillano
cargado con el cansancio de la competición europea y con el
enorme lastre de ser el cuadro con peor registro anotador y
aquel que en su debut cayó por 30 puntos.
*ACB PHOTO
Ninguno despegó de ninguno en casi todo el partido. No
obstante, los andaluces tomaron la ventaja y se fueron al
descanso con ella (39-34). Tomas Satoransky cumplía la
profecía del exterior que aniquilaría a los canaristas, pero llegó
Fotios Lampropoulos, medio griego medio ‘jodido’ por la crisis.
La aportación del heleno fue primordial para que el Canarias
tomara la estabilidad en el partido (10 puntos y 8 rebotes).
Se llegaba al último cuarto con el resultado abierto (59-59). En
esas situaciones, el Canarias había sido un Julio Salinas, un
jugador que falla lo fácil y metía lo difícil. Con la excepción
única de que los laguneros no habían metido ni una victoria en
su casillero.
“Sevilla, tan cariñosa, tan morenita, gitana, tan morena y tan
hermosa. Sevilla enamora al río y hasta San Lucas se va, y a
la mujer de mantilla, le gusta verla pasar…”.
Nervios fuera y serenidad adentro. Llegaban Alejandro
Martínez y los suyos al momento decisivo, a esos segundos en
los que el cuadro tinerfeño es menos pez en el agua y más
manojo de nervios. Uriz tomó el mando que era suyo por
derecho y por edad. Nadie le objetó porque nadie quería tal
responsabilidad.
Así, el Canarias fue de nuevo el campeón de la LEB. Un
conjunto que tiene más de cuatro jugadores anotando la
decena de puntos y un cuadro que domina el rebote (35-29).
Si Richotti se sumaba a la fiesta, la fiesta estaba fuera de
control (15 puntos). En la locura, los imberbes niños de Aíto se
perdieron.
* ACB Photo
Con un base hay
victorias
Ricardo Uriz apareció. Lo
hizo como redención pero
también como revólver. El
base navarro fue el líder
ansiado: 14 puntos, seis
rebotes y cinco asistencias.
Uriz era su mejor versión y
la suplencia en el derbi le
había apretado los dientes.