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Acabemos ya: la mesa-máquina de RGG está diciendo a las claras que no hace declaraciones, que aún queda, a
través de la pintura, un espacio para lo incomprensible. “De lo que no se puede hablar hay que callar” escribió Wittgenstein
en la Centroeuropa de la Gran Guerra, un pensamiento que ha hecho fortuna en la modernidad, pero que en alguna medida
oculta o se superpone —eclipsa— a otro de E. A. Poe, escrito un siglo antes en la portuaria Baltimore: “No podemos hablar de
asuntos complejos con palabras simples”. La combinación de estas dos ideas es quizá la mejor definición de arte, si es que hay
definición, y la aproximación más fértil que podemos hacer por ahora al trabajo de Ricardo González García. (Figs. 15, 16 y 17)
“Los miriápodos filosóficos han roto piernas de madera o de metal, y también las alas, entre las
estaciones ferroviarias Verdad-Realidad. Había siempre algo inaprensible: LA VIDA.
Una aventura a veces divertida: intentar reemplazar la vida por un placer privado. (Aventuras
sin remordimientos que penetran en el arte por sus propios medios, para destruirlo lentamente,
mostrando las cenizas en el núcleo, intereses recíprocos, insinuaciones y obstáculos) (…)”.
Tristan Tzara 15
Fig. 17.
John Baldessari, Repository , 2002.
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15
Tristan Tzara, Prefacio para Unique Eunuque de Francis Picabia, Au Sans Pareil, París, 1920, pág. 11.