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Placer, alegría y deseos, son sentimientos que el pequeño experimenta ya con enorme intensidad y que refleja, sobre todo, en las expresiones de su rostro.

Sin embargo, entre los cuatro y los seis meses, el bebé desarrolla extraordinariamente su capacidad para comunicarse con los demás y empieza a balbucear sus primeras palabras. Ahora, la vista y las miradas, que hasta el momento habían representado el principal canal de comunicación con el bebé, ya no son suficientes.

De forma gradual, el pequeño empieza a utilizar una serie infinita de vocablos, como "oh" y "ah", y descubre la posibilidad de unir una consonante a las vocales, estableciendo los cimientos del verdadero lenguaje del niño. Este "gimnasio sonoro" constituye para el pequeño la antesala del lenguaje.

Las primeras palabras van acompañadas casi siempre de gestos que ayudan al niño a expresar el mensaje que quiere transmitir, y son utilizadas como símbolos que sustituyen a los objetos o a las intenciones.

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