Chalana improvisada
en algún lugar del camino.
74
la acera norte de la Farmacia o Botica
de Amadores, habiendo gritado ella:
¡Lo mató!
Eso lo refirió la misma señorita
Angelina Páez en la casa Nº 57, de
Tienda Honda a Puente de la Trinidad,
pocos días después del accidente, en
presencia de hermanos y sobrinos de
José Gregorio, nosotros entre éstos».
El conductor del automóvil marca
Essex modelo 1918 fabricado en Norteamérica por la Hudson, refiriéndose
al desgraciado suceso, cuenta en el informe rendido al tribunal:
«El día 29 del mes en curso, como
a las dos de la tarde iba yo manejando
un automóvil subiendo de la esquina
de Guanábano a la de Amadores. Por
delante de mi marchaba un carro de
los tranvías eléctricos y como viniera
en sentido contrario un muchacho manejando una carretilla, le di paso y
seguí marchando tras del tranvía, tomando enseguida la izquierda, aplicando la segunda velocidad empecé a
tocar la corneta, por temor de que por
el lado de la calle bajara alguno del
tranvía; el motorista al llegar a la esquina de Los Amadores y antes de
entrar en la boca calle, quitó la corriente y yo entonces pisé el acelerador
para darle un poco de velocidad al carro y embragar la tercera.
En el momento en que iba a operar este cambio, vi encima del automóvil una persona, que al pretender
esquivar el automóvil, y junto con su
acción de hacerse hacia atrás, y como
caminar algún tiempo pretendiendo
guardar el equilibrio, el cual no pudo
conseguir, hasta que al fin cayó de espaldas».
Añade la narración del chofer:
«Yo entonces detuve el auto y volví a ver si se había parado, pero lo vi
en el suelo y reconocí al doctor José
Gregorio Hernández, y como éramos
amigos y tenía empeñada mi gratitud
para con él, por servicios profesionales
que gratuitamente me había prestado
con toda solicitud e interés, me lancé
del auto y lo recogí ayudado por una
persona desconocida para mi, y le conduje dentro del auto, sentándose a su
lado la persona que me ayudó a recogerlo; y entonces, en interés de prestarle los auxilios necesarios, le conduje,
tan ligeramente como pude, al Hospital
Vargas, y llamé al Policía de guardia
en el hospital, explicándole prontamente lo que me pasaba. Entonces acudió
un interno y entre todos le condujimos
a la cama de los enfermos, y como en
estos momentos no se encontraba ningún médico en el Hospital, fui en el
mismo automóvil por el doctor Luis
Razetti, encontrándole en su casa, le
conducimos inmediatamente al Hospital, y al llegar, un sacerdote que venía
saliendo nos informó que ya el doctor
Hernández había muerto.
Quien ayudó a recoger al doctor
Hernández y se sentó al lado de éste
hasta el Hospital Vargas, dice que llevaba consigo un libro de oraciones. En
el trayecto al hospital rezó a José Gregorio las preces y la de la recomendación del alma.
El sacerdote que venía saliendo
del hospital cuando el chofer llegó con
el doctor Razetti e informó que José
Gregorio había muerto, es el presbítero Tomás García Pompa, entonces y
por muchos años capellán de dicho
instituto, quien impuso a José Gregorio
los Santos Oleos y le dio la absolución
bajo condición».
Concluye Hernández Briceño en
el interesante libro:
«Nuestro padre deseaba que José
Gregorio fuese velado en nuestra casa
de Altagracia a Cuartel Viejo Nº 20;
Temístocles Carballo deseaba que fuera en su casa, frente a la Plaza del
Panteón Nº 20, calle sur, y José Benigno Hernández, también deseaba fuera
en su casa entre Tienda Honda y Puente de la Trinidad Nº 57 todos convinieron que fuera en esta casa por ser
más amplia que las otras. Y una vez
resuelto el traslado del cadáver del
Hospital Vargas a dicha casa Nº 57,
nuestro padre nos ordenó le informáramos a Isolina lo que se acababa de
resolver».
Otro caso lastimoso distinto es
aquel en el cual, el 12 de enero de 1925,
perecieron ahogadas luego del volcamiento del vehículo en que viajaban,
Gertrudis y Luisa Hernáiz, Belén
Soublette y el niño Alfredo Díaz Hernáiz, quienes de «alegre y rústica temporada en Los Chorros volvían gozosas
a la ciudad de sus mayores, cuando de
repente una falsa maniobra en el volante del auto precipítalas por el barranco
y desenlaza el drama inopinadamente
con todos los tintes de una tragedia de
Sófocles» -apuntó el cronista Lucas
Manzano en la edición del 17 de enero
del referido año. El accidente tuvo lugar
en el Puente Canoa, a la altura de Quebrada Honda.
Enorme consternación provocó en
Caracas este accidente, el cual durante algunos años fue considerado como
el peor percance automovilístico después del que causó la muerte al doctor
Hernández.