Automóviles y Caminos 2009 | Page 74

Chalana improvisada en algún lugar del camino. 74 la acera norte de la Farmacia o Botica de Amadores, habiendo gritado ella: ¡Lo mató! Eso lo refirió la misma señorita Angelina Páez en la casa Nº 57, de Tienda Honda a Puente de la Trinidad, pocos días después del accidente, en presencia de hermanos y sobrinos de José Gregorio, nosotros entre éstos». El conductor del automóvil marca Essex modelo 1918 fabricado en Norteamérica por la Hudson, refiriéndose al desgraciado suceso, cuenta en el informe rendido al tribunal: «El día 29 del mes en curso, como a las dos de la tarde iba yo manejando un automóvil subiendo de la esquina de Guanábano a la de Amadores. Por delante de mi marchaba un carro de los tranvías eléctricos y como viniera en sentido contrario un muchacho manejando una carretilla, le di paso y seguí marchando tras del tranvía, tomando enseguida la izquierda, aplicando la segunda velocidad empecé a tocar la corneta, por temor de que por el lado de la calle bajara alguno del tranvía; el motorista al llegar a la esquina de Los Amadores y antes de entrar en la boca calle, quitó la corriente y yo entonces pisé el acelerador para darle un poco de velocidad al carro y embragar la tercera. En el momento en que iba a operar este cambio, vi encima del automóvil una persona, que al pretender esquivar el automóvil, y junto con su acción de hacerse hacia atrás, y como caminar algún tiempo pretendiendo guardar el equilibrio, el cual no pudo conseguir, hasta que al fin cayó de espaldas». Añade la narración del chofer: «Yo entonces detuve el auto y volví a ver si se había parado, pero lo vi en el suelo y reconocí al doctor José Gregorio Hernández, y como éramos amigos y tenía empeñada mi gratitud para con él, por servicios profesionales que gratuitamente me había prestado con toda solicitud e interés, me lancé del auto y lo recogí ayudado por una persona desconocida para mi, y le conduje dentro del auto, sentándose a su lado la persona que me ayudó a recogerlo; y entonces, en interés de prestarle los auxilios necesarios, le conduje, tan ligeramente como pude, al Hospital Vargas, y llamé al Policía de guardia en el hospital, explicándole prontamente lo que me pasaba. Entonces acudió un interno y entre todos le condujimos a la cama de los enfermos, y como en estos momentos no se encontraba ningún médico en el Hospital, fui en el mismo automóvil por el doctor Luis Razetti, encontrándole en su casa, le conducimos inmediatamente al Hospital, y al llegar, un sacerdote que venía saliendo nos informó que ya el doctor Hernández había muerto. Quien ayudó a recoger al doctor Hernández y se sentó al lado de éste hasta el Hospital Vargas, dice que llevaba consigo un libro de oraciones. En el trayecto al hospital rezó a José Gregorio las preces y la de la recomendación del alma. El sacerdote que venía saliendo del hospital cuando el chofer llegó con el doctor Razetti e informó que José Gregorio había muerto, es el presbítero Tomás García Pompa, entonces y por muchos años capellán de dicho instituto, quien impuso a José Gregorio los Santos Oleos y le dio la absolución bajo condición». Concluye Hernández Briceño en el interesante libro: «Nuestro padre deseaba que José Gregorio fuese velado en nuestra casa de Altagracia a Cuartel Viejo Nº 20; Temístocles Carballo deseaba que fuera en su casa, frente a la Plaza del Panteón Nº 20, calle sur, y José Benigno Hernández, también deseaba fuera en su casa entre Tienda Honda y Puente de la Trinidad Nº 57 todos convinieron que fuera en esta casa por ser más amplia que las otras. Y una vez resuelto el traslado del cadáver del Hospital Vargas a dicha casa Nº 57, nuestro padre nos ordenó le informáramos a Isolina lo que se acababa de resolver». Otro caso lastimoso distinto es aquel en el cual, el 12 de enero de 1925, perecieron ahogadas luego del volcamiento del vehículo en que viajaban, Gertrudis y Luisa Hernáiz, Belén Soublette y el niño Alfredo Díaz Hernáiz, quienes de «alegre y rústica temporada en Los Chorros volvían gozosas a la ciudad de sus mayores, cuando de repente una falsa maniobra en el volante del auto precipítalas por el barranco y desenlaza el drama inopinadamente con todos los tintes de una tragedia de Sófocles» -apuntó el cronista Lucas Manzano en la edición del 17 de enero del referido año. El accidente tuvo lugar en el Puente Canoa, a la altura de Quebrada Honda. Enorme consternación provocó en Caracas este accidente, el cual durante algunos años fue considerado como el peor percance automovilístico después del que causó la muerte al doctor Hernández.