Automóviles y Caminos 2009 | Page 100

Chevrolet Bel Air 1953. De amistades y sinsabores Un joven de hoy no se imagina que en los barcos casi indispensables para venir a comienzos del siglo XX a Caracas desde San Cristóbal, Ciudad Bolívar o Carúpano, se tejían amistades para el resto de la vida. Alberto Adriani viajó por tierra al reencuentro con Zea -su pueblo natal- y con el país que dejó cuando en 1921 se marchó al exterior y a donde volvió mientras el petróleo vaciaba de gente los campos. En 1931, ese viaje en carro hasta Mérida fue completar una gesta. Rómulo Betancourt y José Rafael Pocaterra optan en 1948 por la proeza de tomar la carretera para ir de Caracas a Bogotá, en donde los aguarda la misión como delegados a la IX Conferencia de los Estados Americanos, en la que nace la Organización de Estados Americanos, OEA, en medio de los trágicos incidentes desencadenados por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Consideraron que las largas jornadas por caminos aún difíciles o a medio hacer, sin embargo, serían propicias -como en efecto resultaron- para conocerse mejor al 100 conversar largo y tendido acerca de todo y en particular revisar el trecho de la historia de Venezuela tan de cerca vivida por Pocaterra en las primeras décadas del siglo XX. Rómulo Gallegos va llano adentro también en la precaria condición de pasajero, muchas veces por rutas prácticamente inexistentes, mejores para jinetes que para automovilistas. En su trabajo como novelista, Francisco Herrera Luque se movilizó por el país para saber al dedillo cómo somos. Lejos estaba el placer de viajar cuando llegó hasta la hacienda La Mulera, donde el general Gómez nació en 1857, pues se trataba de una visita esencial del escritor para adentrarse luego en aspectos a ser desarrollados en libros como En la casa del pez que escupe en el agua . Tales viajes los hacía cómodamente en el Chrysler Newport 1965 cuatro puertas de dos tonos, cuyo robo un diciembre estando cargado con los juguetes para el Niño Jesús, lo entristeció tan profundamente como a sus hijos que aquel año se quedaron sin buenos regalos. El robo de vehículos continúa siendo otra verdadera calamidad pública. Se trata del gigantesco negocio de mafias contra las que se estrellan las autoridades que luchan por erradicarlo. Debido a este problema, muchas cosas cambiaron en la vida de Ricardo Marrero después que una noche se llevaron su Toyota Land Cruiser estacionada frente al lugar donde trabajaba en el centro de la ciudad. Nunca más supo de su primer y último vehículo, aparte de las viejas patinetas y bicicletas que colecciona. «Desde ese día se nos hizo difícil que los tres muchachos disfrutaran de la playa los fines de semana porque ir a Naiguatá o llegar a Higuerote en autobús es bien diferente a ir en carro propio» -comenta Marrero.