Se vende un Yo
“ Las personas tenemos un valor tasado en términos de mercado; nuestras virtudes, gustos, aspecto físico, e incluso nuestras ideas, son de ésta o aquélla manera en función de una dinámica de venta-adquisición”.
Foto por: Karina De Santiago.
El principio de carencia y la posibilidad absoluta de tasación de toda realidad son, en mi opinión, las dos bases del capitalismo. Por principio de carencia definiría el supuesto de que todo ser – todo sujeto – carece de algo, y dicha carencia se convierte en una posibilidad de venta-adquisición. La posibilidad absoluta de tasación es, en breve, que todo tiene – o puede tener – un precio, un valor de cambio para poseerlo. La conjunción de ambos principios convierte el mundo en su totalidad en una posible mercancía, de la cual, en algún momento, estaré necesitado y que alguien podrá ofrecerme. Debo explicitar que el valor de un objeto x no dependerá del objeto mismo, sino de quien lo introduzca en el mercado, es decir, que una realidad x carece de valor por sí misma, y valdrá sólo a partir de un otro que la introduce como mercancía tasada. Esta reducción de lo real como mercancía incluye, evidentemente, al sujeto humano: las personas tenemos un valor tasado en términos de mercado; nuestras virtudes, gustos, aspecto físico, e incluso nuestras ideas, son de ésta o aquélla manera en función de una dinámica de venta-adquisición. La media, las tendencias, la valoración pública en general, tienen un peso tremendo en la determinación de mí mismo. No es extraño, entonces, ver surgir aplicaciones de citas que nos permiten aparecer a otros, y que otros nos aparezcan, a manera de catálogo de mercancía, bastando para ello dos pasos. Primer reto: reducirme a una foto, mi edad y una breve descripción … ¡ listo! Tenemos un perfil.
Siguiente paso, elegir entre los perfiles de otros usuarios. Pero, ¿ realmente podemos reducir una relación inter-personal a términos de mercado, es decir, a una dinámica de venta-adquisición? De que se puede, se puede( de hecho, se hace), pero no sin trastocar un elemento imprescindible de la relación: la donación, por el lado del oferente, y la recepción de lo distinto, por el lado del receptor, ambos, aspectos de un mismo movimiento. Analicemos la dinámica de estas aplicaciones con el fin de entrever sus mecanismos ocultos, la reducción capitalista de“ lo humano” en operación. Primer punto: quien busca, no se ofrece, sino que ofrece aquello que el cliente quiere. No ofrece“ lo que hay”, sino“ lo que vende”. Y aquí toma importancia el detalle explicitado más arriba, de cómo el valor de un producto no depende de sí mismo, sino de un otro que lo tasa. Las modas, las tendencias, no son responsabilidad de quien busca. Éste, en todo caso, se adhiere a aquéllas. Yo como usuario, he de seleccionar la mejor foto, donde se aprecien mis músculos o mis labios sensuales; escribiré una biografía que me muestre como interesante: viajero nato, sin apegos, amante del presente, etc. Mostrándome desde lo que se vende con más facilidad, reduzco mi ser – me determino – a partir de una carencia: la del otro. Y quien sea que me elija, por lo menos en un primer momento, no me estará eligiendo a mí en sentido estricto. Elige, en todo caso, aquello de lo que carece y que yo le he ofrecido. Segundo punto: la reducción capitalista convierte la relación interpersonal en una posesión de mercancía. Los perfiles suelen mostrar no ya aquello que se tiene, sino lo que se busca – el principio de carencia en su máxima expresión –. Cuando mi búsqueda del otro se reduce a una satisfacción de la carencia, entonces completo el movimiento anterior: ante un catálogo de objetos-satisfactores, yo me uno con una clasificación de carencias. La relación se ha determinado: busco algo específico, otros ofrecen algo específico … ¡ hicimos match! Otro ejemplo de esto son aplicaciones más delimitadas, que se reducen a encontrar parejas sexuales: mi perfil habla de lo que ofrezco y / o de lo que busco. Ya no se trata de afectos, nos limitamos a una adquisición mercantil. Nuestro precio: la carencia o el satisfactor que estaba buscando. ¿ Queda espacio para la gratuidad en un capitalismo llevado hasta el plano afectivo? Quizá no sólo queda espacio para ella, sino que además constituye ella una alternativa a este paradigma del que tantas quejas se escuchan hoy. Una alternativa que surge y toma peso en la existencia, y no sólo en el discurso ▪
Jaime Flores
Autarquía 3