Auschwitz, el matadero de la historia AUSCHWITZ revista | Page 63

[63] Höss: "Pese a las dudas que yo pudiese tener, el único y definitivo argumento para mí era la orden rigurosa, y las explicaciones que la habían acompañado, del Reichsführer SS Himmler". El desfile de los testigos, elegidos entre centenares de supervivientes de los terribles Lager, no hizo más que confirmar cuanto se había dicho en los crudos y desnudos interrogatorios del acusado, que varias veces dijo al Tribunal: "Todo lo que he dicho es verdad, pueden creerme. Saben que no niego nada de lo que sé y saben que no les miento". El informe del fiscal duró sólo un día y en él solicitó la pena de muerte del "mayor asesino de los tiempos modernos". La sentencia, que Höss escuchó en posición de "firmes", fue emitida el 2 de abril de 1947 y aceptaba la tesis del fiscal, pero precisó que el ahorcamiento no tendría lugar en la cárcel de Varsovia, sino en el campo de Auschwitz, "en una de las muchas horcas que el acusado había hecho construir para los prisioneros". Y así se hizo el 16 de abril de 1947. AL SER DETENIDO CONFESÓ: «MATE DOS MILLONES DE PERSONAS» La tarde del 16 de marzo de 1946, dos oficiales de la "War Crimes Investigation Unit" del ejército británico en la zona del Rin salieron del Cuartel General para interrogar a un criminal de guerra alemán que había estado inscrito en la lista de no localizados durante más de ocho meses. Se llamaba Rudolf Höss. Tras su detención, que tuvo lugar en Flensburg, en la frontera entre Dinamarca y Schleswig-Holstein, había sido conducido al "War Crimes Investigation Center", en la antigua e histórica ciudad de Minden. El edificio donde estaba este organismo había sido antes una prisión militar del Ejército alemán y se le conocía generalmente por su extraño nombre cifrado: "Tomato". Höss ya había estado con anterioridad bajo custodia británica. Fue hecho prisionero en 1945, junto a centenares de miles de alemanes, pero no se llegó a saber su verdadera identidad, por lo que le enviaron a trabajar a una granja, donde permaneció ocho meses. Al cabo de este tiempo, la justicia consiguió ponerle las manos encima. Cuando los dos oficiales llegaron a