Análisis de obra
Gustav Klimt - El beso -
Por Lic. Álvaro Mazzino
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Gustav Klimt fue el fundador de un colectivo de artistas llamado la Secesión Vienesa, quienes se alejaron de la academia oficial austríaca, de tendencia clásica, para difundir a nuevos artistas mediante la publicación de una revista.
Hacia principios del siglo XX, el panorama artístico estaba dominado por el modernismo, un movimiento que buscó un arte joven y libre del academicismo, con características particulares propias. Los artistas encontraban su inspiración en las formas de la naturaleza, en su asimetría y patrones.
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En esta época, Klimt volvía de un viaje por Venecia y Rávena, donde conoció los mosaicos bizantinos, muchos de los cuales estaban trabajados con hojuelas de oro. Influido por el oficio de su padre, un grabador de metales, comenzó a experimentar con hojuelas de oro en sus propias pinturas
En este metal, encontró un medio ideal para sus fines: desarrollar una pintura voluptuosa y sensual pero, a la vez, sobria y elegante. Y así comenzó lo que actualmente se llama su Fase Dorada, donde produjo sus obras más conocidas, como el Retrato de Adele Bloch-Bauer, Judith I y, por supuesto, El beso.
En esta obra vemos una gran cantidad de texturas, efecto que resulta de la combinación de pintura al óleo y las hojuelas de oro. Hay tres regiones claramente definidas en la obra: el fondo oscuro, el patrón floral en el extremo inferior y, por ultimo, los personajes.
En El beso, un hombre envuelve con un abrazo a su pareja, que se encuentra arrodillada sobre un manto de flores; mientras la besa delicadamente en la mejilla izquierda. A pesar de que se dice que Klimt estaba obsesionado por el sexo, en la pintura nos muestra un beso tierno, inocente.
Los patrones brillantes que envuelven a los personajes son ambiguos. No se sabe si están vistiendo ropas, o si están cubiertos por mantas. En todo caso, a Klimt no parecía importarle mucho la vestimenta, ya que acostumbraba a usar una extraña túnica y sandalias cuando se encontraba en su casa. Lo que si es claro, es que estos patrones son puramente simbólicos: en el hombre las formas son cuadradas o rectangulares, lineales, que remiten a la masculinidad; en la mujer, al contrario, priman las formas circulares y coloridas que, por ende, dan cuenta de la feminidad. Así, los personajes se complementan asimétricamente.
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