Argumentos Socialistas Nº 4 Enero 2014 | Page 58

La izquierda, en sus diversas versiones más o menos radicales, fue la avanzadilla en la instauración del nuevo orden burgués, mientras que la derecha según fue perdiendo la posibilidad de regresar al viejo orden, pensemos en el carlismo en España, fue reformulando y difuminando sus iniciales aspiraciones hasta integrarse plenamente en el sistema. Solamente quedaba eliminar algunos elementos disfuncionales tarea que duró hasta más allá de mediados del siglo XX Hemos visto someramente la actividad trascendente al sistema de la política; es decir, la que la enfrentaba con elementos externos al nuevo sistema, cuya eliminación era necesaria por obstaculizar su desarrollo. Naturalmente los individuos participes en este proceso se veían a sí mismos como heraldos del progreso, no del despliegue de la sociedad de la mercancía hasta sus últimas posibilidades. Veamos un ejemplo: la esclavitud había sido defendida o condenada por numerosos pensadores a lo largo de los siglos, Los detractores nunca fueron suficientes como para imponer su abolición. La sociedad de la mercancía precisaba de hombres libres que vendieran su fuerza de trabajo durante cierto número de horas al día para así obtener la plusvalía imprescindible a la circulación de los capitales. La esclavitud se había transformado en disfuncional y justamente entonces los argumentos en contra de su existencia se volvieron de aceptación general, empezando por los países en que la imposición del capitalismo estaba más avanzada. Muy pocos hoy se atreverían a decir que no fue algo positivo, pero lo que tratamos aquí es de qué le dio fuerza para ser hecho realidad. Desde dentro del sistema, en su función inmanente, la política se constituye como un polo enfrentado a la economía. En las sociedades precapitalistas no existía esa dicotomía. La economía era un momento de lo político. De hecho, no existía un saber que abarcara lo que hoy llamamos economía. Por supuesto que se trataba de temas como el dinero, los beneficios, el comercio, etc., pero se hacía en obras de moral o en “memoranda” para la corona. Entendida la economía como un juego de suma cero y, no considerando el crecimiento, el núcleo de la reflexión residía en el enriquecimiento, tema de la moral y del poder. Fue a finales del siglo XVII cuando se comenzó a hablar de “economía política”. Marx subtituló su obra “El Capital”, como “Crítica de la economía política”. Ante la disociación de lo político y lo económico, el individuo se ve paradójicamente socializado “asocialmente”. Entra a formar parte de un engranaje que no controla, pero del que no puede escapar. Es comprador de mercancías, vendedor de su fuerza de trabajo, reivindicador de autonomía; es decir, pertenece al campo de lo privado, del mercado, de la economía, del dinero. Pero a la vez es miembro de lo político, que no es una mera superestructura de lo económico. Es el ámbito del Estado, de lo colectivo y del derecho. Muchos requerimientos de ambos lados son antagónicos, incompatibles. Por ejemplo, por un lado se requiere trabajar en busca de 58