La izquierda, en sus diversas versiones más o menos radicales, fue la avanzadilla en la
instauración del nuevo orden burgués, mientras que la derecha según fue perdiendo la
posibilidad de regresar al viejo orden, pensemos en el carlismo en España, fue
reformulando y difuminando sus iniciales aspiraciones hasta integrarse plenamente en el
sistema. Solamente quedaba eliminar algunos elementos disfuncionales tarea que duró
hasta más allá de mediados del siglo XX
Hemos visto someramente la actividad trascendente al sistema de la política; es decir, la
que la enfrentaba con elementos externos al nuevo sistema, cuya eliminación era
necesaria por obstaculizar su desarrollo. Naturalmente los individuos participes en este
proceso se veían a sí mismos como heraldos del progreso, no del despliegue de la
sociedad de la mercancía hasta sus últimas posibilidades. Veamos un ejemplo: la
esclavitud había sido defendida o condenada por numerosos pensadores a lo largo de los
siglos, Los detractores nunca fueron suficientes como para imponer su abolición. La
sociedad de la mercancía precisaba de hombres libres que vendieran su fuerza de trabajo
durante cierto número de horas al día para así obtener la plusvalía imprescindible a la
circulación de los capitales. La esclavitud se había transformado en disfuncional y
justamente entonces los argumentos en contra de su existencia se volvieron de
aceptación general, empezando por los países en que la imposición del capitalismo
estaba más avanzada. Muy pocos hoy se atreverían a decir que no fue algo positivo, pero
lo que tratamos aquí es de qué le dio fuerza para ser hecho realidad.
Desde dentro del sistema, en su función inmanente, la política se constituye como un polo
enfrentado a la economía. En las sociedades precapitalistas no existía esa dicotomía. La
economía era un momento de lo político. De hecho, no existía un saber que abarcara lo
que hoy llamamos economía. Por supuesto que se trataba de temas como el dinero, los
beneficios, el comercio, etc., pero se hacía en obras de moral o en “memoranda” para la
corona. Entendida la economía como un juego de suma cero y, no considerando el
crecimiento, el núcleo de la reflexión residía en el enriquecimiento, tema de la moral y del
poder. Fue a finales del siglo XVII cuando se comenzó a
hablar de “economía política”. Marx subtituló su obra “El
Capital”, como “Crítica de la economía política”.
Ante la disociación de lo político y lo económico, el
individuo se ve paradójicamente socializado “asocialmente”. Entra a formar parte de un
engranaje que no controla, pero del que no puede escapar. Es comprador de mercancías,
vendedor de su fuerza de trabajo, reivindicador de autonomía; es decir, pertenece al
campo de lo privado, del mercado, de la economía, del dinero. Pero a la vez es miembro
de lo político, que no es una mera superestructura de lo económico. Es el ámbito del
Estado, de lo colectivo y del derecho. Muchos requerimientos de ambos lados son
antagónicos, incompatibles. Por ejemplo, por un lado se requiere trabajar en busca de
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