Argumentos Socialistas Nº 4 Enero 2014 | Page 57

EN TEORÍA LA DULCE DECADENCIA DE LA POLÍTICA (I) Leonardo Muñoz Profesor de Filosofía Es un lugar común de la izquierda afirmar que la economía ha entrado en una fase de galope debocado, y que es apremiante dar de nuevo a la política su puesto de embridadora de ese potro irascible y desobediente. Las causas que han conducido a esta situación serían la desregulación de los mercados, y, cómo no, la avaricia que de pronto se habría manifestado en los capitalistas, tan contenidos ellos hasta hace poco. Quizá fuera conveniente analizar la situación desde otras perspectivas. En las sociedades precapitalistas, dependía de la religión la “universalidad abstracta” que proporcionaba a cada individuo el código simbólico que le permitía vivir en comunidad. La moral, la legitimidad del poder, las instituciones, las tradiciones, el arte, la vivencia del tiempo, el sentido del trabajo, la muerte, etc., encontraban en la religión su fuente y fundamento. El triunfo del capitalismo supuso una transformación como nunca había conocido la especie humana, un segundo “cambio axial”, todavía más profundo que el primero, en la terminología espiritualista de Jaspers, con el consiguiente derrumbe de la tradicional “universalidad abstracta”. Un “sujeto automático” inconsciente (Marx) se desplegó de acuerdo con sus leyes internas arrastrando a los individuos que terminaron creyendo obedecer a leyes inexorables de la naturaleza, sin darse cuenta de que no eran más que el resultado de un constructo social. Fundado sobre la mercancía, en este nuevo mundo la política pasa a tener una función secundaria, subsidiaria, lo que sin embargo ha sido ocultado por diversas circunstancias haciendo creer que su papel era preponderante. Cuando el desarrollo de la sociedad de la mercancía alcanzó a un amplio sector de la población, la esfera política fue la encargada de eliminar, en el campo del Estado, que es su campo propio, a los partidarios de la “alianza entre el Trono y el Altar”. Ese fue el origen de la división inicial entre izquierda y derecha, de acuerdo a la conocida colocación de los miembros de la Convención francesa. El viejo “universal simbólico” debía ser sustituido por uno nuevo, adecuado a los requerimientos del despliegue de la sociedad capitalista. Debilitar y desplazar a la religión, fundamento de ese universal, fue uno de los objetivos más importantes en estos primeros momentos. No en vano los legitimistas consideraron al nuevo orden como el reino del Anticristo. 57