Por tanto, el mercado dicta nuestros comportamientos con una eficacia asombrosa, pues
día tras día nos impone las actitudes y actividades que hemos de desarrollar en las dos
mitades esenciales de nuestro tiempo, como productores y como consumidores, con unas
pautas esencialmente antitéticas. Cuando sucede eso, el mercado no es un medio al
servicio del hombre. Sucede casi a la inversa: somos los individuos los que actuamos
como marionetas movidas por el mercado. Es como si estuviéramos a su servicio.
Hemos dicho que las actitudes y comportamientos que el mercado impone al hombre,
como productor y como consumidor, son casi antitéticos. Sin embargo, hay dos cosas que
son comunes entre esos papeles en los cuales se escinde nuestra conducta. Son el
egoísmo y la insolidaridad. En cuanto al egoísmo, para algunos se concreta en un deseo
incontenible de consumo. Para otros, se trata de una codicia de acumulación, ya se trate
de dinero o de patrimonio, pero destinado a la posesión más que al consumo, pues
algunos tienen tal obsesión por la acumulación de riqueza que incluso se comportan de
manera mezquina con ellos mismos, o al menos quedan sin tiempo suficiente para gozar
de los frutos de su riqueza. En todo caso, el ansia que el mercado estimula en el hombre,
ya sea de consumo o de acumulación de riqueza, es inhumana, pues no consiste en la
satisfacción de necesidades. Es el mercado y sus instrumentos (la publicidad y la
multiplicación del crédito al consumo) el que en una gran medida excita, o incluso crea,
unas apetencias a veces inhumanas.
CÓMO PONER EL MERCADO AL SERVICIO DEL HOMBRE. OBJETIVOS
FUNDAMENTALES
Habíamos empezado a reflexionar sobre las claves principales para poner el mercado al
servicio del hombre. Enunciemos primero los criterios principales. El fundamental es que
si aspiramos a poner la economía al servicio del hombre, habremos de orientar la
producción a la satisfacción de necesidades, y de aspiraciones verdaderamente humanas.
Ese criterio nos conduce a tres opciones relacionadas entre sí, que podríamos sintetizar
en tres palabras: austeridad, sostenibilidad y
equidad.
Para poner la economía al
-
El propósito de satisfacer necesidades y
aspiraciones
verdaderamente
humanas,
conduce a la austeridad; pero no por ésta
misma. Casi todos los seres humanos
experimentamos una cierta aspiración a la
felicidad, y ésta incluye el consumo de bienes
y servicios. Ahora bien, no se trata de
consumir cuanto más mejor, pues el consumo
excesivo y superfluo se convierte en un
50
servicio del hombre, es
necesario orientar la producción a la satisfacción de
necesidades y aspiraciones
verdaderamente humanas.
Eso conduce, a su vez, a
valorar la austeridad, y a
promover la sostenibilidad
y la equidad