Argumentos Socialistas Nº 4 Enero 2014 | Page 41

defendiendo que las clases medias profesionales abandonaran la alianza con la clase obrera. Ésta pasó de ser considerada vanguardia de la transformación social a un grupo social en declive, conservador y retardatario. En definitiva, el gobierno defendía una “socialdemocracia sin sindicatos”, como si eso fuera posible. Por esas poderosas razones, la Comisión Ejecutiva de UGT (compuesta en su totalidad por militantes del PSOE) encabezó la contestación obrera, junto a CCOO y otros sindicatos, cuyo máximo exponente fue la huelga general del 14 de diciembre de 1988 —que constituye, como se ha dicho, la huelga de mayor seguimiento en la historia de nuestro país—, donde se reivindicó el reparto de una parte de los beneficios que se estaban generando por un mayor crecimiento de la economía (el famoso “giro social”), en compensación de la “deuda social” contraída con los trabajadores desde años atrás. El éxito fue incontestable, y unánimemente reconocido. A ello contribuyó de manera decisiva el malestar de la ciudadanía por una política económica y social que exigía sacrificios a los ciudadanos sin ningún tipo de contrapartidas; la esmerada preparación de la huelga, sobre todo en el sector del transporte; y las acertadas reivindicaciones de los sindicatos concretadas en el manifiesto de huelga (“llamamiento sindical a los trabajadores”), que conectaron fácilmente con el conjunto de la ciudadanía: Jóvenes, mujeres, desempleados, pensionistas, eventuales, funcionarios y trabajadores en general convocados a favor de una política favorable a la mayoría social. El enfrentamiento tuvo su continuidad en las huelgas del 92 y 94, y respondió, por lo tanto, a las diferencias profundas en política económica y social- entre UGT y el gobiernoy no a las diferencias entre Nicolás Redondo y Felipe González como se ha publicado de manera absurda y simplista. En todo caso, la UGT, en la práctica, tuvo que hacer de oposición (sin quererlo) al gobierno, ante la renuncia a intervenir del partido (PSOE) diluido en los entresijos institucionales del poder. Todo ello se llevó a cabo desde la autonomía del sindicato, y defendiendo en todo momento la unidad de acción con CCOO y, cuando fue posible, con otros sindicatos. De manera natural y en unas circunstancias que facilitaron superar la confrontación con CCOO, y reafirmar la autonomía de UGT en relación con el PSOE —que ya actuaba como un partido claramente interclasista— y con el gobierno ante su deriva neoliberal. La consecuencia más negativa de todo ello fue el enfrentamiento del sindicato con el gobierno socialista —y con su política económica en concreto, en coherencia con la defensa de los trabajadores más débil