EDITORIAL
LA POLÍTICA EN LA CALLE
Para los socialistas, los movimientos sociales suponen un importante componente de su
“ADN” político. Desde los inicios de la lucha por la justicia, la democracia y la
emancipación social en pleno siglo XIX, trabajadores, profesionales y ciudadanos ya
protagonizaron diferentes iniciativas políticas (denominadas “Asociaciones Obreras”, I
Internacional…), que posteriormente, con la fundación del Partido Socialista Obrero
Español (1879) y la Unión General de Trabajadores (1888), dieron lugar a la
denominación del “movimiento obrero” (combinación de la lucha política –Partido– con la
lucha económica –Sindicato-). Posteriormente, con el surgimiento de otros partidos de
izquierda (PC…) y Sindicatos de clase: CNT… hasta llegar a la democracia: CC.OO…,
este concepto de “movimiento obrero” ha ido ampliándose y consolidándose, dando lugar
a diferentes manuales de historia de sus diferentes iniciativas, luchas y conquistas
sociales (derechos…): Jornada de las 8 horas; Seguridad Social; Sanidad, Educación y
Vivienda para todos. Derechos democráticos (libertad de reunión, expresión,
asociación…).
Después de casi 40 años de Dictadura
franquista, durante la Transición, apareció
un potente Movimiento Vecinal, contra la
subida de precios, por una vivienda social,
escuelas
para
todos,
libertades
democráticas… que tuvo una especial
importancia en la mejora y calidad de vida
en
nuestros
pueblos
y
ciudades.
Igualmente, apareció un importante
Movimiento
Juvenil
y
de
PNN
(Universidades…) que, conjuntamente con Partidos Políticos (PP.PP) y Sindicatos,
contribuyeron de forma importante a la consolidación de nuestra democracia. Con todo,
nuestra democracia reciente, a diferencia con otros países de nuestro entorno europeo,
se ha caracterizado por un bajo nivel asociativo y participativo (“déficit democrático”).
Con la consolidación de la democracia (CE 1978), los PP.PP, Sindicatos… canalizaron
buena parte de aquel dinamismo social, con algunas críticas por no haber potenciado el
Asociacionismo en el nuevo contexto democrático (“abandono”, era la crítica), dando lugar
durante los años 90 a una cierta apatía participativa (se acuña el “pasotismo”),
especialmente entre los jóvenes.
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