Posteriormente a este congreso, se celebró el 28º del PSOE, donde Felipe González
propuso el abandono del marxismo como seña de identidad del partido, lo que suscitó un
fuerte rechazo que, sin embargo, no culminó con la presentación de una alternativa a la
dirección del PSOE. La formalización de una gestora encabezada por José Federico de
Carvajal y la posterior reelección (sin oposición) de Felipe González, en el congreso
extraordinario celebrado en 1979, cerró el debate con la aprobación de las tesis
“felipistas”. Desde entonces, Alfonso Guerra, en su calidad de secretario de organización
y, posteriormente, de vicesecretario general, gobierna el PSOE con autoridad bajo el
dicho: “El que se mueve no sale en la foto”. El PSOE se había convertido en un partido
“interclasista” con todas las consecuencias: Unas buenas (el PSOE gana por mayoría
absoluta en el año 1982) y otras malas, pero inevitables, como luego veremos, por su
preocupación por ocupar el centro político, para obtener votos, lo que explica en buena
medida su posteriormente enfrentamiento con los sindicatos.
En este contexto se celebra otro congreso memorable en el año 1980: el 32º congreso de
UGT, que representa el despegue hacia la modernidad y hacia la consolidación del
sindicato a todos los niveles. Las resoluciones aprobadas marcan las actividades del
sindicato en la década de los 80, a la que se ha calificado con mucha fortuna de “década
prodigiosa”.
Las referencias que marcaron la política sindical desarrollada por UGT eran los
trabajadores y, en consecuencia, la centralidad del trabajo en una sociedad democrática;
el movimiento sindical europeo y, por lo tanto, la solidaridad internacional; también las
ideas socialdemócratas (políticas redistributivas), que se seguían con el mayor rigor
posible; y, desde luego, la memoria histórica que diferenciaba en positivo a la UGT de
CCOO y de otros sindicatos.
En concreto, el pensamiento socialdemócrata se identificaba con una política económica
que tuviera como prioridad el pleno empleo; un empleo de calidad y con derechos y,
desde luego, respetuoso con el medio ambiente; un sector público empresarial estratégico
como instrumento de la política económica del gobierno; una política de inversión pública
adecuada, sobre todo para ser utilizada en un contexto económico en recesión; una
política fiscal progresista, basada en la imposición directa, no en la indirecta y, desde
luego, contraria a la reducción de impuestos; una protección social avanzada que
garantizara un sistema público de pensiones suficiente y una presta