Muchos abandonaron la vida religiosa dedicándose a otras actividades mientras que otros se las ingeniaron para continuar su vida de manera más o menos clandestina.
Sin embargo, la incidencia de esta exclaustración fue desigual según las distintas órdenes religiosas, regiones y ciudades de España. Concretamente, en nuestra ciudad religiosas dominicas contemplativas de Santa Inés, para evitar la pérdida del inmueble, decidieron dedicarse a la instrucción y abrir una escuela para niñas en las instalaciones del propio convento.
Las Dominicas de Santa Inés se retiraron a un nuevo monasterio a las afueras de Zaragoza, que todavía hoy ocupan aunque ya ha sido prácticamente absorbido por la urbe e integrado en ella. Si alguna vez has estado en la Clínica Montpellier de nuestra ciudad, puedes visitarlo pues se encuentran justo al lado.
Han pasado más de seis décadas desde entonces, pero el corazón de Santo Domingo y de Francisco Coll siguen latiendo fuerte entre estos muros que, como ves, son parte de la historia viva de nuestra ciudad y de la de la Orden Dominicana.
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Esta escuela gozó desde el
principio de una gran aceptación
y fue experimentando un
continuo crecimiento.
Como ves, las Dominicas de la Anunciata, todavía no habían llegado entonces a Zaragoza, pues aún no existía siquiera la Congregación… (recuerda que Francisco Coll fundó la congregación de Dominicas de La Anunciata con las primeras siete hermanas en 1856).
Esta pequeña escuela dominicana fue experimentando un continuo crecimiento y pronto empezó a quedarse pequeña. Según los datos que se conservan, en 1878 ya acudían a esta escuela unas doscientas niñas. Enseguida se hubo de iniciar la construcción de nuevo edificio en el chaflán entre las calles Santa Inés y Boggiero que se corresponde con la parte antigua del que todavía se conserva actualmente.
El edificio quedó completamente terminado en 1942 y en él se desarrollaron las clases, dirigidas por las dominicas de Santa Inés hasta el curso 1948-1949 en el que las religiosas decidieron abandonar la actividad de la enseñanza para volver a sus orígenes, a la vida contemplativa.
A partir del curso siguiente la titularidad y el inmueble de la escuela fueron traspasados a manos de las Dominicas de la Anunciata. Es en este momento cuando se inicia su presencia en Zaragoza. Estas adquieren el edificio y algunos terrenos para ampliarlo y se hacen cargo de la enseñanza a partir del curso 1949-1950.