Editorial
El jugador de polo siempre agradece un buen caballo, y no solamente el pro-
pio, sino también aquellos que puede admirar desde la tribuna una y otra vez.
A esos que se les ve el corazón en una última corrida de suplementario, los que
lo ayudan una y otra vez a su jinete a ganar la jugada imposible, a esos cuya
boca es la continuación dócil de la mano que lo guía.
Algunos caballos hacen historia. Y en honor de esos caballos, nuestra Aso-
ciación ha tenido la iniciativa de conservar sus imágenes y sus recuerdos para
todas las generaciones. Para eso creó el Salón d