Anuario Northfield School 2011 - N° 1 | Page 62

Familia MEJOR HABLAR DE CIERTAS COSAS… Por Mag. Daniel Levy ([email protected])* Tanto papás como hijos, suelen evitar algunas charlas. -Zas…! Llegó la pregunta inoportuna… suelen decir tanto unos como otros. Los padres más “osados”, suelen crear ciertos climas para la conversación, los hijos que presienten el momento, huyen del mal trago. Los niños, más inocentemente, suelen largar las preguntas sin previo aviso, atragantando una cena o sonrojando a alguno de los padres. Sin duda hablar de ciertos temas es conveniente, aunque no siempre relajado. La sexualidad es una parte fundamental de nuestras vidas, que se va construyendo desde los primeros años. Generalmente acostumbramos a vincular sexualidad con genitalidad, siendo esta una parte de la misma y no su totalidad. Los primeros cuidados del bebé, las caricias, los abrazos, los modos en que son tratados y nos relacionamos con nuestros hijos van constituyendo un cuerpo erógeno, es decir un cuerpo sensible, destinado a recibir y dar placer. Un cuerpo que atravesará diferentes etapas en las que determinadas zonas le brindará mayores satisfacciones. Al hablar de la sexualidad como construcción queremos indicar que ese camino recorrido en los intercambios con otros, va fundando una relación con el placer, con los gustos, con los sentimientos amorosos, con las sensaciones agradables, que establecen los modos de vivir la sexualidad para cada persona. La biología nos brinda un sexo: hembra o macho. La sexualidad es un aspecto humano mucho más abarcativo, la Organización Mundial de la Salud la define como un entramado de manifestaciones y expresiones afectivas, biológicas, psicológicas, socioculturales, éticas y religiosas, que nos identifica y caracteriza como sujetos únicos. La pubertad nos habla de cuerpos que ya están maduros para procrear, la sexualidad en esos años está vinculada a la genitalidad y surgen los sentimientos de vergüenza, de pudor, de intimidad. Los varones y las chicas tienen diferentes modos de manifestarlo, varían sus gustos, su forma de vincularse, viven de modo diferente los cambios que se empiezan a manifestar en el cuerpo y que reflejan parte de la realidad que están atravesando. Estos cambios, tienen diferentes ritmos, las variaciones individuales en los tiempos de maduración y en su evidencia física genera sentimientos diversos. Para algunos se presentan más tempranamente, para otros/ as se demoran respecto del conjunto. Cada uno a su modo y en su momento irá viviendo e incorporando estas modificaciones corporales. El lugar de los padres es acompañar estos cambios, contenerlos afectivamente en esta etapa, dejarnos sorprender por las novedades, ayudarlos a que estas vivencias no sean transitadas con angustia o incertidumbre. Las conversaciones que solemos tener los padres sobre la sexualidad en esta época, en general están dirigidas a los cuidados en las relaciones sexuales, hecho que en algunos casos es anticipatorio de una realidad que ellos no están pasando. Incluir la sexualidad en su conjunto, poder hablar de sus diferentes aristas: las placenteras y las de cuidado, las que nos vinculan a las vivencias agradables, las que se relacionan con los afectos y el amor, las que incluyen la ternura y el acompañamiento, las que muestran las diferencias individuales, las que contrastan con los modelos impuestos, tal vez sea una manera más natural de acercarnos a un tema que de por si es complejo pero que indudablemente hablarlo amplía los horizontes de nuestra relación con ellos. La escuela, el ámbito social en que ellos se desenvuelven, a partir de nuevas legislaciones inclusivas de los derechos de los niños, toma estos temas desde una perspectiva amplia. Tal vez sea una buena oportunidad para recrear lo conversado en el ámbito familiar. *Licenciado en Psicología de la UBA. Master en Psicología cognitiva y aprendizaje (FLACSO). Se desempeña en Instituciones educativas. Es fundador y director de Punto Seguido. 62