ANDREA VICTORIA CANO
tiene los elementos vitamínicos que se necesitan para la
subsistencia".
En esa cocina donde estaban las neveras no había ningún tipo de vajilla,
nada de nada, las neveras con las mismas puertas que las que
conocemos normalmente, color metal, y las paredes, lo poco que
quedaba descubierto estaba revestido de azulejos blancos o leche.
Cuando Rosalía alzó la vista al cielo para seguir investigando, vio
nuevamente el bus que andaba por el aire, a la altura donde estarían los
cables de luz de cualquier calle de cualquier ciudad. (Lo que Rosalía vio
fue el Andrómeda Gerat o Ovni en forma de cigarro o puro).
“El Extra” que interiorizaba a Rosalía tenía un buzo negro, parecía piel
de tiburón, porque transpiraba o era húmedo, contrariamente a las dos
primeras veces que estuvieron en su casa que tenían saco y pantalón.
Después de estas incursiones "depositaban" a Rosalía en su casa, lo de
"depositar" era porque la alzaban en brazos y la dejaban en su cama,
tardaba unos minutos para volver a tener el potencial de su cuerpo para
poder manejarlo. Recién después que se cortaba la inmovilidad y lograba
volver a la normalidad se ponía a llorar de la impotencia, de no poder
tener la movilidad dinámica de su cuerpo para moverse, para poder
saltar de la cama al ver que se iba y la dejaba, que angustia infinita, era
una desesperación incontrolable. Rosalía ya no deseaba estar más ahí,
después de ver y saber que existía otra realidad que no se asemejaba en
nada a la de ella, sentía una paz indescriptible.
Tal era su sensación de desamparo, una soledad que abarcaba todo su
ser, un vacío de espacio, de tiempo, como si estuviese sola en este
mundo ¿Por qué?, era una necesidad de ya no ser, de ya no estar, de ya
no querer, como estar en un inmenso desierto, en un océano, de estirar
los brazos y no percibir nada, como si la hubiesen vaciado por dentro, de
estar hueca, de no saber qué hacer, ya que la habían sacado de su
mundo o al menos el mundo que ella se había formado.
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