ANDREA VICTORIA CANO
primero me quitarían unos sentidos y a cambio me darían otros:
aumentarme el humor, quitarme el temor, darme docilidad,
quitarme el poder de analizar, razonar, etc.."
Su hijo insistía que estuviese alerta y los vigilara, a lo que Rosalía
contestaba: "Cuando Ellos quieren me dominan mentalmente, y
yo puedo mirar, escuchar, caminar, pero a veces me inmovilizan,
tengo la lengua dormida, sí ellos quieren que hable hablo sino
no" y su hijo le responde: "Eso ya lo sé, cómo proceden, cómo
actúan con vos es lo que quiero saber" . Nadie mejor que él, para
saberlo.
Rosalía explicaba que a veces estaba acostada durmiendo y era como sí
de un pulso o mentalmente un imán la atrajera y ella como autómata se
levantaba, y un día lo pudo experimentar muy claro. Ante la insistencia
de su hijo se dio cuenta que ella misma les abría la puerta que estaba
con llave, y entraban por el comedor. Su hijo dormía en la misma pieza y
nunca se despertó, más bien pareciera que lo dormían.
En una oportunidad revisaron todo, hasta el taller de electrónica, se
llevaron una lámpara de radar que su hijo tenía, en la mañana cuando
revisó notó solo ese faltante. Ellos le decían que venían en son de paz y
al abrirle la puerta pensaba: "¡ahh! son los muchachos” , pero esa vez
estaban con unos enanitos que no medían más de cincuenta
centímetros, tenían busitos como de nilón color manteca, con una
capucha que les tapaba la cabeza y las orejas dejando la cara al
descubierto.
Su rostro era color manteca tirando a ceniza, algo similar a los hongos
del campo, no sé sabía sí era piel, parecía esponjosa, eso sí,
transpiraba, ellos son los que se ocuparon de revolverlo todo. Traían una
especie de radio de unos 20 cm de ancho y 30 cm de alto y tenía una
antenita, lo pusieron sobre un aparador, Rosalía en un descuido se los
quiso quitar y uno de los enanitos saco una especie de pistola de la
cintura, y la fumigaron con un líquido que se vaporizó, ella empezó a
saltar y a gritar porque se moría del frío.
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