Antologia de cuentos Antología | Page 71

Cuentos de Edgar Allan Poe
nuestro regocijo ! Pero su rostro , convulsionado por la plaga , y sus ojos , donde la muerte sólo había apagado a medias el fuego de la pestilencia , parecían interesarse en nuestra alegría , como quizá los muertos se interesan en la alegría de los que van a morir . Mas aunque yo , Oinos , sentía que los ojos del muerto estaban fijos en mí , me obligaba a no percibir la amargura de su expresión , y mientras contemplaba fijamente las profundidades del espejo de ébano , cantaba en voz alta y sonora las canciones del hijo de Teos .
Poco a poco , sin embargo , mis canciones fueron callando y sus ecos , perdiéndose entre las tenebrosas colgaduras de la cámara , se debilitaron hasta volverse inaudibles y se apagaron del todo . Y he aquí que de aquellas tenebrosas colgaduras , donde se perdían los sonidos de la canción , se desprendió una profunda e indefinida sombra , una sombra como la que la luna , cuando está baja , podría extraer del cuerpo de un hombre ; pero ésta no era la sombra de un hombre o de un dios , ni de ninguna cosa familiar . Y , después de temblar un instante , entre las colgaduras del aposento , quedó , por fin , a plena vista sobre la superficie de la puerta de bronce . Mas la sombra era vaga e informe , indefinida , y no era la sombra de un hombre o de un dios , ni un dios de Grecia , ni un dios de Caldea , ni un dios egipcio . Y la sombra se detuvo en la entrada de bronce , bajo el arco del entablamento de la puerta , y sin moverse , sin decir una palabra , permaneció inmóvil . Y la puerta donde estaba la sombra , si recuerdo bien , se alzaba frente a los pies del joven Zoilo amortajado . Mas nosotros , los siete allí congregados , al ver cómo la sombra avanzaba desde las colgaduras , no nos atrevimos a contemplarla de lleno , sino que bajamos los ojos y miramos fijamente las profundidades del espejo de ébano . Y al final yo , Oinos , hablando en voz muy baja , pregunté a la sombra cuál era su morada y su nombre . Y la sombra contestó : « Yo soy SOMBRA , y mi morada está al lado de las catacumbas de Ptolemáis , y cerca de las oscuras planicies de Clíseo , que bordean el impuro canal de Caronte .»
Y entonces los siete nos levantamos llenos de horror y permanecimos de pie temblando , estremecidos , pálidos ; porque el tono de la voz de la sombra no era el tono de un solo ser , sino el de una multitud de seres , y , variando en sus cadencias de una sílaba a otra , penetraba oscuramente en nuestros oídos con los acentos familiares y harto recordados de mil y mil amigos muertos .
FIN
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