Ansuz Magazine Cuarto número. Febrero 2019 | Page 42
En junio de 2008 comencé un viaje que representó un gran cambio en mi vida y ¡qué todavía no termina!
Lleva diez años y contando. Al principio, como la mayoría de las personas, me resistía a dejar todas las
comodidades y la seguridad que tenía, pero llegó el momento en que este fue más que necesario, pues la
insatisfacción y frustración que experimentaba superaba por mucho las cosas buenas que tenía.
En el terreno laboral, durante cinco años estuve compitiendo por obtener una plaza en el lugar donde
trabajaba, mientras que esperaba que alguno de mis compañeros mayores se jubilara; en 2008 hubo una
vacante, pero no me la asignaron a mí, así que tenía que esperar otros cinco años antes de obtener un
lugar seguro.
En el terreno personal, una relación sentimental seria no resultó como esperaba; decidimos seguir cada
uno, por caminos diferentes, pero no fue fácil superarlo; fue tal vez la razón que me permitió despertar y
tomar decisiones radicales; las cosas no funcionaron y yo ya no me sentía feliz en el lugar donde vivía.
¿Motivos para quedarme?, ¡mi familia!; ¿motivos para irme?, mi desarrollo profesional, mi deseo de
emprender nuevas aventuras, conocer gente y la posibilidad de comenzar mi faceta de: ¡viajera sin
remedio!
Tomar esta decisión fue complicado; por un lado, en el trabajo, si bien no me habían asignado esa plaza
por la que tanto había luchado, ya tenía un lugar importante en la organización , solo era cuestión de
paciencia y tiempo; por otro, recientemente había adquirido una casa que me permitiría estar más cerca
de mi centro laboral; pero aun así estaba presente esa insatisfacción, esa sensación de estar limitada,
imposibilitada, de sentir que “algo” me faltaba, ¡algo dentro de mí me decía que tenía que haber un cambio
sustancial!
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