Ansuz Magazine Cuarto número. Febrero 2019 | Page 15
Se advierte de manera coherente un hecho que
confunde y desalienta y no es necesario ser
pesimista o apocalíptico, aunque preciso es,
admitir que en medio de la mayor indiferencia
existe la Guerra; desde el antiguo Egipto hasta
nuestros días, de norte a sur, de oriente a
occidente, un elemento presente en la historia de
la humanidad que avizorar un futuro sin ella
parece una utopía en la cual finalmente
encontremos armonía y concordia.
El desaliento por la realidad actual, tiempos de muerte y guerra se evidencian en casi todas las
composiciones del poemario, dejando de manifiesto que hablar de este azote de la humanidad es tema común.
La guerra fue inventada por los hombres para establecer con ella su propio orden, un orden arbitrario en el
tiempo y en el espacio en el cual surgieron señales premonitorias de lo que sería la modernidad con el uso de
los más sofisticados armamentos, no como elementos de defensa, sino como instrumentos castradores de vidas
y cuerpos jóvenes como aparecen exquisitamente perfilados en Sin fecha de extinción:
Un joven cuerpo asoma, sin embargo, intacto
entre las ruinas: una piel tersa y sabia
bañada de resina, turgente en su frialdad y hedor
a muerte y chamusquina;
un cuerpo virgen bien armado que nunca
conoció varón, pero sí guerra,
un salvado manjar para alimento
de algún dios… (29)
Barquet escribe sin disimulo y da a conocer las guerras como una herida abierta y lacerante de la
humanidad. Nos encontramos ante una poesía intemporal, ante la historia que se repite y las víctimas y
victimarios sólo cambian de nación o credo político. Un universo violento y vulnerable a la vez, que se halla
saturado de temores y en el que el hombre dispara del gatillo cegando la vida de su semejante. Jóvenes
soldados que matan y mueren por intereses que le son ajenos y “ejecutan la decisión de otros” (22).
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