andar por ahí | martin patricio barrios ago. 2012 | Page 52

Venía con la mano extendida contra el cielo, como un dibujo del Corto Maltés en Samarkanda. El sobretodo verde hasta las zapatillas de lona y el gorro de piel encajado hasta los ojos incrustados en la cara roja, brillante, tirante por cuatro o cinco mil años de frío y casi seguro se reía o el frío lo hacía fruncir la cara y a mí me pareció que se reía con la mano extendida, agitando unas fotos manoseadas, ajadas, descoloridas de tanto meter y sacar del bolsillo, de tanto mostrarla a turistas que nunca saben bien cómo sacarse de encima a menesterosos y pedigüeños. Yo trataba de verlo atrás de las bocanadas de vapor, mareado de intentar que me entrara aire en los pulmones. Decía cosas incomprensibles, torpemente amables y yo jugaba a estar en un cuento de Pratt, a que él no era vendedor de souvenires. Agitaba las fotos y se golpeaba el pecho y decía algo que podría ser my country, my country, lo decía con orgullo, no actuando de orgulloso, sino que con orgullo, my country...Mongolia, y se golpeaba el pecho con la palma abierta; se lo golpeaba con una especie de delicadeza compleja y cuando la mano abierta le tocaba el pecho la sostenía un poquito, así, abierta, sobre el pecho, my country, Mongolia. Me Mongolia, decía y casi me mete las fotos en el ojo y miré las fotos y le dije, no tanto yo sino el otro que no era yo y que estaba en un cuento de Pratt: eso es China y él me miró asombrado, confundido, me miró un rato, medio curioso y después se rió como si hubiera encontrado la punta del ovillo de lo más complejo de la existencia humana y se puso un poco de lado, sonriente, con la cara roja y tirante y como si no alcanzaran siglos de historia, de historiadores, de relatores, de mentirosos, de fábulas, de leyendas, de cuentos infantiles, de aventureros, de maestras de grado y de ladrones, como si toneladas de piedra cortada a cincel, acarreada a lomo, apilada a muertos y latigazos, como si miles de obreros, arquitectos, ingenieros, como si el orgullo de los emperadores y la seguridad de los cortesanos, como si 5 mil km de Gran Muralla China no fueran suficiente, como si la tremenda fortaleza no alcanzara a marcar ningún límite, me mostró los dientes amarillos, con la paciencia de un sabio de cuento, levantó la mano y trazó una línea en el aire, subió y bajó el brazo en el sentido de la muralla, después señaló para un lado y dijo: China, señaló para el otro y dijo: Mongolia. Sostuvo la risa, se señaló a sí mismo con el guante descocido abierto sobre el pecho y dijo: me, Mongolia. Arqueó las cejas afirmando la revelación que le había hecho al turista idiota y agitó las fotos rotosas. Nos fuimos diciendo cosas, no sabría qué cosas, cosas que se dicen en cualquier lengua, que no quieren decir nada, que no importan. Nos dijimos cosas que no entendimos, pero eso no importaba. Caminé un poco acalambrado de frío, cuidando muy bien, y para siempre, de qué lado de la línea pongo mis pies. China, 2011 / México, 2007 / Níger, 2008 / Argentina, 2009 / Turquía, 2011 / Etiopía, 2011 .