ISBN 0124-0854
por esa vía en dirección a un sauna que, los viernes, en vez de una toalla, te proporciona un preservativo(¿ qué decir del marica prevenido? ¿ También vale por dos hombres?). Si a la criatura de seis años que se ha asomado a ese balcón le proyectaran las escenas equis de su film del futuro, ¿ cuál sería su reacción? ¿ Se arrojaría al vacío? No seamos dramáticos. El niño Rubén, que se prepara para recibir la Primera Comunión, se diría un tris trastornado, que se enfrenta a una treta del demonio, y se echaría la bendición y correría a ponerse la bata de seminarista que heredó de su padre.
( No había edificios. Sólo casas de uno y dos pisos que carecían de un estilo claro, precisable. Algunas eran bonitas. ¿ Cuáles debieron salvarse del progreso? ¿ El Jardín del Arte y La Casa del Millón? De la primera, me gustaba su piscina; y de la segunda, el tema de bronce que exornaba y asfixiaba su entrada, una cuadriga que me recordaba a Ben-Hur, a Charlton Heston, uno de los perturbadores de cabecera del señorito Ruh-Ben. Esa, la hollywoodense, fue la única construcción de Laureles que pasó a la historia. ¡ Un millón de pesos! En 1961, cuando fue construida, eso era un montón de plata. Por haber costado tanto era el principal atractivo turístico del barrio. ¿ Una casa de un millón? No puede ser, ver para creer. Medio Medellín sacó tiempo para admirar ese portento de la arquitectura moderna. Sin suspicacias, sin malos pensamientos, pues en esa época nuestros nuevos ricos no olían a gato encerrado. Todavía éramos ajenos al loco y desquiciador negocio de la coca. Hasta Elvira y Bernarda sacaron tiempo para mirar y admirar ese monumento al mal gusto, ese disgusto monumental para la estética. Seamos justos: la casa millonaria era un hito del nuevorriquismo, de la Colombia más viva, la que no se duerme en los laureles. Casa precursora, casa profética. Veinte años antes de que esta ciudad empezara a llenarse de nuevos ricos de gusto discutible— esos sí, de ética raquítica—, ya contábamos con una propiedad que hablaba apropiadamente de ellos. Fue demolida en el año de 1999. Un mito menos. Como soy poeta, me toca lamentar su pérdida).
Rubén Vélez fue abogado. Ahora escribe ficciones autobiográficas. Ha publicado, entre otros, los libros: Medellín me mata, Nuevo brindis del bohemio, La abuela huele a lobo, Usted no sabe con quién se está metiendo, Noticias del Holocausto, La máquina no devuelve y Luisa vuelve y baila. Este texto y la fotografía hacen parte de un libro inédito, en preparación.
julio de 2013