ISSN 0124-0854
N º 192 Octubre de 2012 extrañas como mis dedos si me pongo a mirarlos.
Me acostumbré a dejarlas ir, las gasté en las voces inútiles en días inciertos.
Es como un mal sueño, el agua a punto de desbordarse, caer en la soledad, su agujero silencioso y estrecho.
No soy capaz de seguir al enfadado, al huraño, al callado intachable. No son para mí los votos de su agrio silencio.
Quiero hablar, que alguien me oiga. Y rogar, quédate conmigo, no te vayas, falta aún algo de noche por desatar.
Y que tú seas esa sola palabra. La única, la última, una mirada al fin. El vacío sonoro de la felicidad, la plenitud, el amor verdadero.
Dame esa fe, entrégame ese sosiego. La palabra dios es dios en tiempos así.
Carlos Vásquez Tamayo es poeta, ensayista y profesor de filosofía. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: Anónimos, El oscuro alimento, Agua tu sed, Desnúdame de mí, Hilos de voz, Aunque no te siga, Cuadernos, Días, y Pasos; y los libros de ensayo: Eclipse de sol, El arte jovial, Método de dramatización acerca del tratado primero de la Genealogía de la moral y La nada luminosa. Escribió este texto para la Agenda Cultural Alma Máter.
Palabras cansadas, que duerman y despierten aquí. Palabras de mi lado izquierdo o derecho.
Si tuviera dios, le pediría: no te olvides de mí, dame a ver los opacos sonidos del fin del mundo.
Cuando llegue la hora, ¿ quién lo sabe? ¿ Habrá alguien que diga algo? ¿ una sola cosa para entibiar el muro tan frío?
Sé que no hay nada pero palabras sí. Una nada con voces es ya compasión.