ISBN 0124-0854
N º 189 Julio de 2012
Presentación
Andrés Caicedo Estela, el adolescente eterno. ¿ Cómo luciría hoy, a sus sesenta años, este muchacho de pelo largo, gafas de marco grueso y sonrisa encantadora? Es una imagen imposible. Andrés Caicedo no puede ser sino ese jovencito precoz que devoraba libros y películas con la misma rapidez con la que escribía novelas y críticas cinematográficas. A los treinta y cinco años de su muerte, el delirio sigue vivo. Generaciones enteras lo sienten contemporáneo y buscan el sosiego en sus escritos. Andrés siempre será joven. Mientras los demás crecemos, nos salen canas, nos fallan las piernas, él sigue ahí, tomando Coca-Cola, sentado en las escaleras viendo pasar la vida.
La Cali de los años setenta era el epicentro de una intensa actividad cultural. El cine, el teatro, la música y la literatura despertaban el interés de jóvenes adeptos y se respiraban aires de creación. En esta atmósfera distintiva, se encontraban Andrés Caicedo y el Grupo de Cali. Con talento y disciplina, Caicedo escribe sus primeros relatos y obras teatrales a la edad de quince años. Sus ganas compulsivas de escribir se materializan en novelas, cuentos cortos, adaptaciones, guiones, artículos y críticas. Alrededor de 1974 funda la revista Ojo al cine, viaja a Estados Unidos y trata infructuosamente de vender sus historias al director Roger Corman, escribe el que considera su mejor cuento“ Maternidad”, ve películas, sigue escribiendo. Pasan los años, pocos en realidad, muchos para quien considera insensato vivir más de los veinticinco. En 1977, después de recibir el manuscrito final de ¡ Qué viva la música!, se suicida en su apartamento de Cali. Ha nacido su leyenda.
El encanto por Andrés Caicedo no se rompe. Su vida y su muerte causan una fascinación parecida a la que produce James Dean: jóvenes atractivos y atormentados que dejan el mundo demasiado pronto. Pero ¿ qué hay más allá? Lo que lo mantiene vivo es su obra. Caicedo habla de la juventud, logrando capturar su ardor, sus dramas, y escribe sin prejuicios de adulto, con un lenguaje agresivo e inteligente, con poesía y humor. Después de treinta años, sus textos se siguen leyendo con el mismo fervor y admiración. Andrés Caicedo fue más que una promesa.