Agenda Cultural UdeA - Año 2012 FEBRERO | Page 27

ISBN 0124-0854
N º 184 Febrero de 2012
Antonio Caro. Un paradigma de intelectual era lo que estaba también en cuestión porque a pesar de una élite ilustrada que ensayaba nuevos modelos de gobierno, la sociedad no tenía medios para entrar a la modernidad. La independencia de criterio, la libertad en la argumentación, el aprecio del dato científico tal vez no eran el fundamento del raciocinio cotidiano.
Nicolás Gómez Dávila es un testigo ilustrado de todas las influencias que ha tenido la conciencia crítica de Colombia; a pesar de que la publicación de su obra fue tardía-en la década del setenta, su presencia en el mundo intelectual fue iluminadora, mordaz, iconoclasta. Recluido en el círculo de amigos capitalinos, este aristócrata erudito rebatía seguramente las invocaciones de un mundo mejor provenientes de influencias que se hicieron poderosos modelos de juicio. De muchas corrientes, le correspondió distanciarse del marxismo y del liberalismo. Ante todo, sus aforismos revelan el lado oscuro de creencias y adopciones teóricas. Sí; utilizó el aforismo como su arma; filosa, siempre desenvainada para ironizar y desnudar la mentira cotidiana de la cultura, la mentira piadosa del diario vivir. Porque el aforismo es libre, casi el epifenómeno de la percepción; no está unido a una axiomática. Quizá por ello dijo que“ el texto que admita paráfrasis es subalterno”.
Contrario a las simplificaciones de las ideologías triunfantes señaló:“ El marxismo puso al servicio de los que no entienden las preguntas el más adecuado repertorio de respuestas”. Convencido del reto que era la crítica, dijo de si mismo que era un reaccionario para no plegarse a ningún modelo político;“ Lo que el reaccionario dice nunca interesa a nadie. Ni cuando lo dice, porque parece absurdo; ni al cabo de unos años, porque parece obvio”. Su escritura tenía la confianza de la sinceridad, con el intelecto y con él mismo: porque en su escritura puede descubrirse la vocación del filósofo comprometido con la lectura del mundo, con el cotidiano desentrañamiento de su rumbo.
Sus aforismos asombran porque son un ejercicio apasionado, vital, interesado, de un hombre contemplativo que en la penumbra de su tertulia bogotana ejerció en silencio la más fecunda de las críticas: aquella que obliga a repensar la realidad. Escribió:“ Reaccionarios y marxistas viviremos igualmente incómodos en la sociedad futura; pero los marxistas mirarán con ojos de padre estupefacto, nosotros con ironía de forastero”. Sean estas palabras una invitación para estudiar su obra.
José Jairo Alarcón, profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia.