ISBN 0124-0854
N º 176 Mayo de 2011
Una cierta ignorancia
En un relato de Juan José Arreola ( México , 1918-2001 ) llamado “ Carta a un zapatero
que compuso mal unos zapatos ” 1 , el remitente de dicha carta le reclama a un zapatero por el pésimo trabajo que ha hecho con sus zapatos pretendiendo componerlos . Después de describir las atrocidades cometidas debido a su ignorancia e impericia , termina diciéndole : “ Le escribo sencillamente para exhortarlo a amar su propio trabajo . Le cuento la tragedia de mis zapatos para infundirle respeto por ese oficio que la vida ha puesto en sus manos […] Nos hacen falta buenos artesanos que no trabajen solamente para obtener el dinero de sus clientes , sino para poner en práctica las sagradas leyes del trabajo . Esas leyes que han quedado irremisiblemente burladas en mis zapatos […]”. Esta pequeña historia de Arreola ilustra bien lo que pasa en nuestro país en los tiempos que corren : el abrumador panorama de burda y despótica política en la cual impera el lucro personal por encima de la ética y del celo por la calidad de lo que se hace en esos círculos . Las leyes del país quedan , a menudo , “ irremisiblemente burladas ” en el resultado de lo que hace la mayoría de políticos que , además , han impuesto su desprecio por la cultura a cambio del gana-gana que significa casi cualquier puesto público en Colombia . La ignorancia , aquella que no se reconoce a sí misma , que no reconoce sus errores y que se asume como un modo de vida común y corriente , ha pasado a la primera fila de la vida pública . Aunque no solo en estas instancias sobresale el imperio de la ignorancia . Tal como lo anota Marianne Ponsford en este número de Agenda , también a los medios de comunicación llegó aquel desprecio . Da risa — para no llorar ni rasgarse las vestiduras — lo que las páginas de los periódicos nos “ venden ” por cultura : monumentos a la idiotez de la farándula , horóscopos y , de vez en cuando , alguna pobre nota sobre algún autor de moda . En los medios de comunicación el arte y la literatura , por ejemplo , no son más que incómodos rellenos a los que despachan , qué se hace , de mala manera . Las alusiones al libro y la lectura son fórmulas repetidas sin ninguna gracia y solo por cumplir con campañas oficiales sin alma y sin presupuestos . De contera , como si algo faltara , se maltrata la lengua sin consideración . Se echa mano de los clichés , de la insulsa adjetivación ( casi sin excepción , todo lo que asombra a un periodista o a un político es “ espectacular ”), de la aparatosa , errática y permanente alusión a los géneros masculino y femenino en