Agenda Cultural UdeA - Año 2010 NOVIEMBRE | Page 23

El libro y el cambio de soporte
ISBN 0124-0854
N º 171 Noviembre de 2010 rectangulares , esto cuando en las paredes no han empotrado muebles , la cama por ejemplo , para tener un poco de lugar de trabajo o de divertimento frente a una ventana . Vivimos en la época de la miniaturización ( antes en poder de enanos y bufones , poseedores de lupas y gente que buscaba darle significado a lo insignificante ), en un algo así como Blancanieves en la casa de los siete enanos . Los días del espacio mínimo vital ( 40 m ² por persona ) se anulan para darle cabida a lugares más pequeños y la vida se vuelve estrecha . En cien años más , no sé cómo serán esas espacialidades ; supongo que lineales .
Cuando los espacios se reducen , los más afectados son los bienes muebles , en especial todo aquello que va con uno o hace la vida más variada en el lugar que se habita . Y , en el caso que nos ocupa , el libro es el más afectado .

El libro y el cambio de soporte

En una USB ( memoria electrónica ) de una giga , caben diez mil libros medianos . O sea que en el espacio de la primera falange de un dedo pulgar hay una biblioteca de más o menos 30 m lineales , en el caso de que cada estante tenga dos lados . Y en esa memoria , que mi abuela llamaría “ aparatejo ”, al menos hasta donde sabemos , los textos no se pierden . En primera instancia esto parece una especie de paraíso fantástico : todo el conocimiento preferido en un aparato del tamaño de un borrador de lápiz austriaco , que ya se usan poco y son más una curiosidad . No alcanzo a imaginar lo que hubiera descubierto Jorge Luis Borges en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires , material que podría caber en cuatro memorias de 16 gigas , sobrando espacio . Borges llevaría la biblioteca a su portátil ( o a un teléfono
celular con Windows ) y le bastaría buscar la palabra o el concepto para tener toda la información a la mano en menos de lo que uno se gasta fumando un cigarrillo . Claro que en el caso de Borges ( un buscador atento ), la cantidad de datos por montones ( esa especie de Funes el memorioso ) lo enloquecería . Buscar en una biblioteca electrónica ya no es vivir el placer del hallazgo sino una tragedia . El alud de información desborda a cualquier cerebro sano . Y debido a la falta de análisis , nos vuelve más ignorantes , como dice Francois Lyotard .
Sin embargo , es lógico que como respuesta a la reducción del espacio para habitar , se vea afectado también , si no desaparecido , el lugar que ocupan los libros . De aquí que lo electrónico sea una solución secular , propia de la era de los amontonamientos . Lo que no sabemos es si estos libros permitan ser conservados , como ha sucedido en los últimos 2.000 años ( a pesar de las quemas y las guerras ), no solo en calidad de objetos sino como referente de materiales , arte y tipos de impresión . Mientras los libros como objetos sobreviven en calidad de memorias completas ( y por ello de documentos ), no sé qué podría suceder con los libros electrónicos , que pueden ser variados en su contenido , intervenidos y hasta borrados por intereses ajenos al poseedor de estos formatos . Ya se sabe que lo que más han temido los sistemas han sido los libros , pues estos tienen la capacidad de reproducir lo que ya se daba por muerto o vencido , en especial el pensamiento laberíntico , ese que es marginal a los intereses políticos . Desde que aparecieron las novelas 1984 de George Orwell , Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y Memorias encontradas en una bañera de Stanislav Lem , la idea de una