ISBN 0124-0854
N º 129 Febrero de 2007
En 1952, El Espectador fue asaltado e incendiado con la complicidad de las autoridades locales y nacionales. Esas dos décadas están, además, otra vez signadas por la represión a la prensa, y por la suspensión, bajo la dictadura, de las ediciones de El Tiempo y El Espectador. Aprobado el plebiscito en diciembre de 1957 y la alternancia del poder durante 16 años, en la década de 1960 fue testigo activo de la recuperación de la democracia en el país, por la vigencia del Frente Nacional.
En la década de 1970 reseñó el surgimiento de las guerrillas de izquierda, a la vez que emprendió múltiples campañas cívicas, culturales y políticas que le significaron numerosos premios nacionales e internacionales.
Ya en los 8O, El Espectador fue testigo de la desaparición de Armero y del holocausto del Palacio de Justicia, y, como ningún otro, testimonió la voracidad de los poderes económicos, en especial del Grupo Grancolombiano y la defraudación de millares de sus ahorradores.
Denunció también el ascenso del poder criminal del narcotráfico y su influencia corruptora de todos los estamentos sociales y políticos del país, actitud valerosa que le