ISBN 0124-0854
N º 123 Julio de 2006
Rembrandt y el uso de la luminancia
Por Catalina Montoya H.
“ Una isla de luz en un mar de oscuridad” nos enseñaba nuestro profesor en el primer año de residencia de oftalmología, hablando de la visión y de su sitio funcional y anatómico“ principal”( entre comillas por que unos y otros trabajan juntos para dar un todo): la fóvea, adonde llega la luz para que podamos ver colores y detalles del mundo que nos rodea. Y si pensamos que en el mundo físico aquello a lo que no llegue un haz de luz para reflejarlo al ojo, está en oscuridad y, por tanto, desde el punto de vista óptico, no existe, la frase no sólo se refiere a la óptica o a la poesía, sino que bien puede situarse en el plano de la filosofía.
En el arte pictórico, el claroscuro es exactamente eso: una explosión de color, detalle y sensibilidad, en contraste con la penumbra, condición además común para la física óptica y para la vida del hombre. Tal como ocurre en los cuadros de Rembrandt, en los que la luz tiene su razón de ser contrapuesta a la sombra, se da el funcionamiento del ojo: una luz tenue en un
sitio oscuro es completamente visible, y por el contrario, prender una lámpara a plena luz del día carece de sentido. De otro lado, Rembrandt entendió el impacto de la luminancia: un color o un tono cambian de acuerdo con el que esté al lado y, buscando efectos, si se usan tonos tenues para el detalle y se aproximan a la sombra, se logra destacarlos e incluso hacerlos ver con un
matiz o un color diferentes. Esto, sin descontar que debido a las funciones de diversas células retinianas, se produce la sensación de la tercera dimensión y se confiere volumen a las formas representadas sobre una superficie.
Todo esto supo emplearlo a fondo Rembrandt en su obra. Cuatrocientos años