ISBN 0124-0854
N º 120 Abril de 2006 existen caminos , crea un ámbito de libertad agreste que la palabra de Aurelio Arturo dignifica , dándole un tono de idílica , de adánica conversación en un habla vegetal . Sus palabras son de nuevo aguas oscuras que casi no se escuchan , así anda su verbo descalzo por los senderos abiertos en los claros del poema .
Todo es rumor , sonido de acequias , de hierbas que crecen , en fin , de hechos intangibles a los que dota de vida desde su carácter elusivo . Todo deviene símbolo . Si Baudelaire señalaba que el mundo es “ un almacén de símbolos ”, en el amplio espectro simbólico de Aurelio Arturo creo ver a un hombre que supo cargarse de provisiones , de vituallas para el breve camino de su arte . Sus bodegas interiores , su amplia alacena no lo es tanto por la cantidad de símbolos que atesora como por la precisión de ellos . ¿ Ya Rimbaud no había conocido la historia del mundo desde la noche de un granero ? Y claro , todos esos símbolos de pureza de la infancia , de grietas en el sueño , de lluvias eternas , de casas invadidas por la música , están envueltos en un idioma de un sabor que raras veces se percibe en la poesía hispanoamericana .
Entre su bagaje simbólico hay uno que hace coto de caza en la infancia , que señala sin duda el asombro del niño que persiste en habitar en todo autentico poeta . Cuando el
señor Barrie , autor de Peter Pan , decía que al momento en que un niño afirmaba la inexistencia de las hadas , una de ellas caía muerta al piso , quizá señalaba la aparición de la madurez , ese momento en que el poeta-niño da paso al poeta-muerto . En su “ Canción de hadas ” Arturo hace profesión de fe en estos seres de leyenda , como un emblema del asombro , en la creencia y la afirmación de otros mundos milenarios :
¿ No creer ya en las hadas ?
Pero entonces ... Yo creo , ciertamente ,
que mi antigua aya era una reina de hadas ,
y lo supe cuando en el cielo de su mirada
subían rosas ardientes y cuando su palabra
quemó mi piel sin dejar señales ,
y porque en su corpiño , bajo las sedas ,
le palpitaban palomas blancas .
Otra vez lo entrevisto por Aurelio Arturo da cuenta desde elementos simbólicos — en realidad toda gran poesía es simbólica — del sentido de estar vivo , aquello que Wallace Stevens apreciaba como inherente a la poesía . Más allá de lo que Denise Levertov llama “ poesía de impulso lingüístico ”, algo que tuvo asiento en el surrealismo , los poemas de Morada al sur nacen de una contemplación , sea ésta directa o recordada . La misma