ISBN 0124-0854
N º 81 Agosto de 2002 editorial
unque muchos de nosotros hoy lo veamos sólo como fuente de espectáculos más o menos intrascendentes, lo cierto es que el deporte ha estado rodeado durante milenios por la polémica. De hecho, sólo hasta el pasado siglo el deporte ha estado rodeado durante milenios por la polémica. de hecho, sólo hasta el pasado siglo el deporte alcanzó su estatus como parte integral y deseable en la formación educativa del ser humano, al menos en las sociedades occidentales.
Nuestra cultura parte de la división del hombre, por lo que el ser humano puede ser visto como una suma de pedazos. Así, el deporte se asocia al cuerpo, mientras que el pensamiento se asocia a algo indefinible llamado " espíritu ", o, cuándo más, se asocia al menos corpóreo-al más " noble "- de los órganos humanos: el cerebro. Por eso, hemos considerado algo normal el que las personas inteligentes desprecien el ejercicio físico y que los atletas se limiten a ejecutar proezas corporales.
Pero esa no es la única visión posible y, por lo tanto, tenemos alternativas para escoger. Como puede descubrir cualquiera que haya practicado una disciplina marcial oriental, hay otras culturas donde el desarrollo del cuerpo, de la mente y del espíritu van unidos en un todo. De hecho, en la fuente primaria de la cultura occidental, en la cultura griega, el ser humano aún estaba entero, como demuestra el ideal del kalós kagathós, que formula que la salud y la fuerza física deben también ser metas en la búsqueda de un desarrollo pleno.
A pesar de tales antecedentes y por múltiples razones de diferente índole, donde entran desde la división en clases sociales-ía visión aristocrática del trabajo manual como labor de plebeyos- hasta algunas concepciones de la Iglesia primitiva-que asociaba el culto al cuerpo con el paganismo-, el hombre occidental se dividió en mente y cuerpo, hasta el punto de que sólo hoy estamos reuniendo de nuevo los pedazos para presentarnos como seres humanos integrales.
En esta nueva unión el olimpismo jugó un papel vital al rescatar de la tradición griega un humanismo donde los componentes no están aislados. Como dijo el barón de Coubertin, propulsor de las primeras Olimpiadas modernas, que se llevaron a cabo en Atenas en 1896:
" En definitiva, no hay dos partes en el hombre: el cuerpo y el alma; hay tres: el cuerpo, el espíritu y el carácter. No es el espíritu lo que forma el carácter, sino sobre todo el cuerpo. Los