ISBN 0124-0854
N º 77 Abril de 2002
Aprender a escribir, según este criterio, no es algo especialmente difícil. Se trata de saber un poco de gramática, otro tanto de ortografía y una pizca de semántica. Todos aspectos que, si se tiene una educación básica de calidad, se conocen antes de los doce años.
Desde ese punto de vista todos los seres humanos alfabetizados del planeta serían " escritores "; Pero, entonces, ¿ no sería éste el mismo caso de la pintura? ¿ Por qué, si casi todos los hombres y mujeres podemos bosquejar, a base de crayones y témperas, un dibujo donde sea reconocible una figura humana, no se nos da a todos el título de " pintores "? La razón es que hay dos significados de " pintar ". Uno es el " pintar " que se refiere a una capacidad innata que podemos manifestar en forma elemental desde que
estamos en el jardín infantil; otro es el " pintar " que se refiere a quienes llevan esa capacidad mucho más allá, como Botticelli, Bosch o Picasso.
Sucede lo mismo con la escritura, pero hay ciertas razones por las cuales la confusión es mucho más común.
Lo primero, y quizás lo principal, es aquello que podríamos llamar el " reconocimiento social de la capacidad ". Todos pasamos varios años en la primaria aprendiendo a leer y a escribir, y al terminar se nos dice que sabemos " escribir ". Mientras que para que alguien nos diga que sabemos " pintar ", necesitamos llevar esas capacidades mucho más allá, bien sea asistiendo a escuelas especializadas o como aplicados autodidactas.
Lo segundo es que la diferencia entre ambos
significados es mucho más sutil en el caso de la escritura que en el de la pintura. Mientras que es fácil distinguir a primera vista, en la mayoría de los casos, entre un dibujo hecho por un " pintor profesional " y otro de una persona sin formación especializada, en el caso de la escritura es mucho más difícil diferenciar entre un escrito de un " escritor profesional " y otro de una persona que simplemente hace un uso correcto de la lengua. Y esto es así, porque ambos usan las mismas herramientas: la mayoría de las cuales se aprenden durante la educación básica.
Así llegamos a la tercera diferencia: la idea de una profesión. A ninguna universidad se le ocurre crear facultades de escritura, donde al final de la carrera se entregue al graduando un diploma que atestigüe oficialmente que sabe escribir. Además, équé