Agenda Cultural UdeA - Año 2001 MARZO | Page 17

ISBN 0124-0854
N º 65 Marzo de 2001 realidad del país, ese que se parece mucho todavía( o es el mismo) al que ellos salían a las plazas a insultar.
Muy difícil imaginar a Gonzalo Arango a sus 70 años en este país, hoy. ¿ Jubilado? Nunca. ¿ En uso de buen retiro de su beligerancia, como ya se perfilaba en el momento de su muerte? Tal vez. ¿ Por fin un buen novelista? Tal vez no. ¿ Por fin un buen cuentista? Quién sabe. ¿ Amante otoñal y abuelo apacible? Quizás lo primero.
La verdad es que en el momento de aquel accidente fatídico el 25 de septiembre de 1976, Gonzalo Arango era un excelente periodista. Toda la poesía y todo el humor y todo el talento literario y toda la inteligencia y todo el olfato que tenía en dosis poco comunes en un país a la sazón reverencial y pacato, todo lo desplegó con generosidad en las columnas periodísticas, en los reportajes y en las entrevistas que publicaba en los medios escritos que le daban cabida( Cromos, El Tiempo, El Colombiano, entre otros) y que empezaban, con ello, a sacudirse justamente de ese conservadurismo que
campeaba por todos los medios de comunicación.
En ese género, al cual llegó, según parece, más por su apremiante condición pecuniaria que por un dictado del alma, el poeta de Andes se movía como pez en el agua. Y logró consolidar una peculiar manera de hacer periodismo, inédita en el país. Es justo lo que dice Darío Jaramillo:“ Gonzalo Arango contraviene todas las normas de la entrevista tradicional. Y con sus violaciones corona una creación original y viva.(…) Se burlaba del personaje, mezcla ficción y realidad y aún con todas esas transgresiones, logra textos espléndidos, con valor, al mismo tiempo, periodístico y literario”. 1
Era la voz apasionada que entonces salía matizada por el humor y la reflexión, además de un olfato extraordinario para abordar personajes de los más disímiles pelambres: poetas, políticos, deportistas, pintores, periodistas. El espíritu de Gonzalo Arango era desbordante. No estaba para grandes
1 Boletín Cultural y
Bibliográfico del Banco de la República, Bogotá, Volumen XXX, No. 33, 1993
cosas, sino que hizo grandes cosas. Siempre con la palabra. El Nadaísmo, sin entrar ahora en los meandros de ese viejo tema, es insoslayable en la historia reciente del país, debido al valiente asalto que propinó a las altas castas en lo más recóndito de su doble moral y de su solapada violencia(“ El Nadaísmo no es una dictadura de conciencia. Es una posición crítica”, dijo él).
Gonzalo Arango fue un líder espiritual. Y fue un ser humano de carne y hueso armado de palabras. Las amó y las dosificó y se las gastó. Opinó sobre sus amigos y los ensalzó con dignidad y con inteligencia, aludió a personajes del mundo y dijo cosas absolutamente nuevas y brillantes y hermosas(“ Hemingway: Lo mataron el whisky con soda, la fiesta brava y las portada de Time”;“ Clay: Ganzúa de Alá”), escribía manifiestos Nadaístas calcinantes en las mañanas y en la noche detallaba cartas dulcísimas a su madre, despotricaba contra las costumbres sumisas del amor y terminó atado de pies y manos por su propio gusto a un amor que lo alejó del resto de mundos posibles.