ISBN 0124-0854
N º 69 Julio de 2001
Presentación
Hace cinco siglos hubo un parto: América nació de él. Fue un parto difícil; distintas razas, cada una con sus propias costumbres, creencias y valores, confluyeron en el continente, y el choque entre indígenas, blancos y negros produjo a menudo dolorosos resultados. Sin embargo, hemos tenido tiempo de aprender, aunque no haya sido fácil ni rápido. Apenas ahora, después de más de quinientos años, comenzamos a entender la importancia de las múltiples visiones, la necesidad de que existan diferentes etnias y culturas, la posibilidad de aprender del otro, la realidad de que el respeto a las ideas ajenas es la única garantía de que exista también respeto para nuestras propias ideas.
Por otro lado, el mundo se sacude. Múltiples convulsiones estremecen simultáneamente el planeta; entre ellas están la caída de la antigua Unión Soviética, la reconfiguración de las fronteras y el desarrollo de las nuevas formas de comunicación, que convierten a la Tierra en un lugar distinto del que habitaron nuestros abuelos. Un espacio más pequeño, donde los más de seis mil millones de habitantes del planeta, repartidos en más de doscientas naciones, tendrán que aprender a convivir y a compartir recursos limitados. Asuntos como la guerras étnicas en la antigua Yugoslavia y en Ruanda, el auge del fundamentalismo religioso o el resurgir de los movimientos xenófobos y nacionalistas, resaltan como nunca la necesidad de estudiar las distintas culturas y el modo en que éstas se relacionan y pueden convivir entre sí.
De algún modo se repite la historia de América, pero esta vez tiene como escenario al mundo entero.
Podríamos decir entonces que paradójicamente nosotros, los habitantes de los países latinoamericanos, tenemos una ventaja competitiva para enfrentar la globalización, gracias a cinco siglos de arduo aprendizaje; uno de cuyos resultados más notables en Colombia es el artículo 7 º se la Constitución Política de 1991:“ El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana.”; donde por primera vez la nación se reconoce a sí misma como un país mestizo, con habitantes de diversas etnias y culturas, cada una de las cuales tiene igual derecho al respeto. Es urgente profundizar y divulgar este conocimiento que tan duramente hemos ganado, pues aún falta mucho por hacer antes de que podamos decir que hemos conseguido la meta: una identidad propia que, sin embargo, nos permita convivir en la diferencia.
Conscientes de esta necesidad y dentro del marco de actividades que se desarrollarán en la Universidad en el mes de julio, este número de Alma Máter Agenda Cultural está dedicado al multiculturalismo, cuyo estudio es la única forma de evitar que repitamos en el siglo XXI los errores del siglo XVI.