ISBN 0124-0854
N º 46 Junio de 1999 todo, por que lo diferencia de los trabajos artesanales que había predominado a lo largo de todo el siglo XIX, pero, además, porque establece la primera Escuela de Bellas Artes. Pedro Nel ya no será alumno directo de Cano quien se traslada a Bogotá en 1910, pero recibe esta tradición académica por medio de Humberto Chaves y, seguramente, esa mediación tendrá efectos definitivos sobre Gómez: Chaves une al gran dominio del oficio un marcado interés por los paisajes locales y cotidianos, hasta un punto tal que ha sido llamado El Pintor de la Raza Antioqueña. Así, también de su primer maestro le llega la preocupación por los temas nacionales.
Nel Gómez completa su formación artística con una larga estadía en Europa. De paso por Holanda recoge la enseñanza de un Rembrandt siempre interesado por la autenticidad de lo que se pinta; en París se detiene para estudiar el rigor de las composiciones de Cézanne y aprender el uso de la acuarela como medio para crear estructuras plásticas. Pero su experiencia definitiva se producirá en Florencia donde descubre los frescos del Renacimiento, como enormes textos pictóricos puestos directamente a la consideración popular; y en ellos redescubre los desnudos de las barequeras antioqueñas y el sentido épico de la historia regional. Allí, en Florencia, seguramente sin tener conciencia de ello, Pedro Nel Gómez sigue una de las líneas estéticas que más importancia llegará a tener a finales del siglo XX, la que se remite a la herencia
de la historia del arte para buscar en ella y encontrar siempre el análisis de los grandes problemas del hombre.
Regresa al país a finales de 1930, y en el transcurso de los años siguientes pinta los frescos del Palacio Municipal de Medellín. Aunque no puede desconocerse la precedencia de los muralistas mexicanos en este tipo de trabajos, es necesario reafirmar el carácter original de la obra de Pedro Nel Gómez y, muy en especial, su claro compromiso con la protesta social que, a diferencia de lo que ocurría en México, se desarrolla como un enfrentamiento contra los esquemas del poder. En los frescos del Palacio Municipal se consolida una actitud casi inédita en el país: la de la ruptura con el arte académico y la búsqueda de una expresión propia que debe ser, por encima de todo, la del pueblo. Por ello, aún a riesgo de resbalar hacia la retórica, Gómez es telúrico por convicción: eso es lo que ha bebido de la realidad y lo que le permite constituirse en la figura central de su generación aun en el contexto nacional, y de representar el más decidido esfuerzo por introducir nuestro arte en la contemporaneidad. Y lo logra, paradójicamente, por medio de la elaboración de lo propio.
El Maestro estuvo vinculado siempre a la vida académica; cursó sus primeros estudios en el Liceo de Bachillerato de la Universidad de Antioquia, y luego la carrera universitaria en la Universidad Nacional, con la cual mantuvo lazos estrechos a lo largo de muchos años: allí realizó el que quizá puede ser