Agenda Cultural UdeA - Año 1999 AGOSTO | Page 6

ISBN 0124-0854
N º 48 Agosto de 1999 carga de drama y humanismo que suelen gustar al gran público; pero, entre líneas, se ve al verdadero David Lynch hablándonos de la angustia metafísica de un individuo y de los miedos absurdos de una sociedad.
Parecía que Lynch entraba a las grandes ligas de la industria del cine cuando Dino de Laurentis le propuso dirigir Duna( Dune, 1984), la adaptación del libro de Frank Herbert sobre una convencional historia de ciencia ficción. Pero su rebeldía estética y narrativa ante los cánones establecidos le impidió hacer otra película tipo Star wars( ya se le había negado a George Lucas a dirigir El imperio contraataca), y el resultado fue poco acogido en su momento. Pero Duna es una de esas películas que gana después de una segunda mirada, y así es como se le han reconocido, en los últimos años, las cualidades de su propuesta visual y de construcción de personajes.
El año de Lynch fue 1986, cuando realizó esa pieza entre desquiciada y extravagante titulada Terciopelo azul( Blue velvet), una historia como creada por Hitchcock, pero ambientada por Allan Poe, inquietante y azarosa; una película que pone en el mismo escenario asesinatos, perversiones sexuales, mutilaciones, intriga policiaca, un maníaco de antología( Frank Booth, alias Dennis Hoper) y una cándida historia de amor; hilando todo con buen pulso y haciendo anotaciones con la caligrafía de una mente enfermiza, aunque lúcida y contundente.
Luego vendría Corazón salvaje( Wild at heart, 1990), la más ambigua y polémica de sus obras. Una película que, como toda su filmografía, tiene tantos admiradores como detractores. Porque lo que muestra la singular mirada de este director es para amar o para odiar, sin términos medios. Corazón salvaje es una fábula grotesca y truculenta, una suerte de Mago de Oz contada en clave de pesadilla de carretera, y es también una insólita historia en la que igual cabe el romanticismo ingenuo de una pareja, una violencia visceral, y los ambientes enrarecidos y poblados por personajes extraños y deformes( física o sicológicamente).
Su última película, Lost highway, es una vuelta de tuerca más en su inusitado universo fílmico. Es tal vez su historia más inquietante, la puesta en escena del miedo a lo misterioso, de la zozobra ante lo desconocido. Es lo más cercano al horror en estos tiempos en que el cine de horror parece haber desaparecido para darle paso a la carnicería del cine gore. En ella encontramos todas las claves y elementos de su anterior obra, pero con una estilización mayor, y con el fino y elocuente lenguaje de quien sabe descifrar lo visible e invisible de este mundo y también sabe cifrarlo a su manera.
En estas claves y elementos encontramos, en principio, esa permanente relación entre realidad y fantasía: lo insólito adquiriendo solapadamente la apariencia de lo cotidiano; encontramos también una obsesión con lo sexual, las funciones( o