Preparatoria
A finales del siglo XVIII los economistas clásicos liberales obtuvieron
la aceptación de sus teorías. Esta reacción hacia el liberalismo
culmina en la Revolución Francesa.
Las ideas liberales provienen del derecho natural: el orden natural es
el más perfecto.
Los bienes naturales, sociales y económicos son eternos; los
derechos económicos humanos son inalienables y existe una armonía
preestablecida en toda colectividad de individuos.
Según el liberalismo, la vida económica debe separarse de la
influencia estatal, pues el trabajo sigue los principios económicos y la
mano de obra está sujeta a las mismas leyes económicas que rigen el
mercado de materias primas o el comercio internacional.
Los operarios, sin embargo, están a merced de los patrones, que son
los dueños de los medios de producción.
La libre competencia es el postulado principal del liberalismo
económico.
Las ideas básicas de los economistas clásicos liberales constituyen
los gérmenes iniciales del pensamiento administrativo de nuestros
días.
Adam Smith (1723-1790) es el fundador de la economía clásica, cuya
idea central es la competencia.
Aunque
los
individuos
actúan
en
provecho propio, los mercados en que
ocurre la competencia funcionan en
forma
natural
para
garantizar
la
asignación más eficiente de los recursos
y la producción, sin que haya exceso de
utilidades.
Por esta razón, lo único para el aspecto económico del gobierno
(además del básico que es garantizar la ley y el orden) consiste en
intervenir en la economía cuando existe mercado o cuando éste deja
de funcionar en condiciones satisfactorias; es decir, cuando no
existe libre competencia.
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